Indicadores potenciales de un Mediterráneo caliente, fruto de una nueva Guerra Fría
INTRODUCCIÓN
El 17 de diciembre de 2010 en Sidi Bouzid, localidad situada en el centro de Túnez, un joven de 26 años, Mohamed Bouazizi, sin trabajo, sin oportunidades, sujeto a un régimen dictatorial, se quemó a sí mismo. La sociedad tunecina tomó esta desgarradora acción suicida del joven Bouazizi como mecha para desatar una rebelión que recorrió todo el país contra un dirigente que se erigía en el poder hacía ya 23 años.
Ben Alí, presidente de la república tunecina, llegó al poder tras derrocar al anterior gobierno en 1987 mediante un golpe de estado. Su estabilidad en el poder se vio reforzada por el apoyo de grandes potencias como EE.UU y Francia, importantes valedoras del régimen que entre violaciones continuas de los derechos humanos, fraude, corrupción, desempleo y dejadez hacia su pueblo, muchas veces silenciados por la prensa internacional, despertó y se reveló a raíz de la acción suicida de Bouazizi.
La rebelión vivida en Túnez trajo consigo el derrocamiento de la dictadura, una transición democrática y el contagio de continuas revueltas a lo largo del norte de África, el Sahel e incluso Oriente Medio. Es lo que vino a denominarse Primavera Árabe.
Europa, al contemplar lo ocurrido en Túnez, abrazó la idea exagerada y romántica de la rebelión como fórmula para el cambio en el norte de África y enfatizó un apoyo moral de dichas revueltas, con exaltadas manifestaciones de apoyo materializadas a través de la sociedad europea vía los medios de comunicación.
Lo más grave de todo esto, es que ningún dirigente alzó la voz de qué pasaría después de las revueltas, qué pasaría si grupos armados, señores de la guerra, terroristas islamistas, mercenarios, etc… se involucrasen en dichas revueltas, acallasen a la población y el conflicto se transformase en la fórmula simple pero locuaz de dictaduras contra terroristas ¿qué iba a hacer Europa entonces?
Diez años después, Europa no dio respuesta y el avance hacia una estabilidad en el Mediterráneo se mantiene en precario.
SIRIA, RUSIA Y LA INESTABILIDAD EN EL MEDITERRÁNEO
La Primavera Árabe se tornó en Invierno. El paradigma de este hecho es el caso de Siria. Antes de continuar, valga la reflexión hecha por la ONU a propósito de la guerra de los Balcanes, perfectamente extrapolable a la de Siria:
«Naciones Unidas y el mundo en general entendieron demasiado tarde que Bosnia era una causa moral, además de un conflicto militar».
En 2011 tiene lugar el inicio de una guerra civil en Siria, facilitada en cierto modo, por la coyuntura de la Primavera Árabe, donde los rebeldes sirios se opusieron al gobierno de Bashar al-Asad. El gobierno sirio de al-Asad representaba para Europa y occidente en general, un statu quo cómodo. En ningún caso el gobierno sirio fue una amenaza para Europa, no era un gobierno de corte fundamentalista y mantenía cierta prosperidad en la zona, además de ser frontera directa con el Estado islámico y el terrorismo islamista internacional.
Las revueltas de la Primavera Árabe, que recorrieron el Mediterráneo africano, fueron presentadas en Europa como la lucha del pueblo contra la tiranía de los gobiernos árabes norteafricanos, hizo que Europa, con la boca pequeña tuviese que apoyar a los rebeldes en lugar de al gobierno sirio. Rusia se posicionó clara y rápidamente al lado del gobierno de Bashar al-Asad, con la excusa (aunque Rusia no necesita de excusas) de combatir el terrorismo islámico internacional, principalmente el Estado Islámico y Al Qaeda de Levante.
De la misma manera que las guerras de Afganistán fueron el campo de entrenamiento de Al Qaeda, Siria lo fue para el Estado Islámico y es que, a río revuelto, ganancia de terroristas. Rusia apoyando efusivamente al gobierno sirio; el gobierno estadounidense, un paso por detrás, no podía posicionarse al lado de Rusia, pero hacerlo en contra lo situaba junto a los terroristas; Europa, ya lo hemos visto, no cuenta y Turquía vio la oportunidad de actuar con impunidad sobre el Kurdistán. Entre tanto, el Estado Islámico, utilizó la guerra para avanzar posiciones.
Vladimir Putin, enarbolando el liderazgo internacional en Siria, en el marco de las Naciones Unidas declaró que únicamente el ejército sirio de al-Asad y los kurdos luchaban realmente contra el Estado Islámico y acusó a los países de occidente de apoyar a grupos extremistas, provocando el caos.
Irán desplegó tropas de élite pertenecientes a la guardia revolucionaria (hoy catalogadas de grupo terrorista por EE.UU.) y a los rusos e iraníes se les unieron milicias chiíes provenientes de Irán e Irak. Finalmente, Rusia, Irak, Irán y Siria, establecieron en Bagdad un centro de inteligencia compartida con el propósito de intercambiar información relacionada con el Estado Islámico.
Hoy el conflicto sirio no se ha resuelto, Bashar al-Assad sigue en el poder, los terroristas prácticamente derrotados, la oposición al régimen silenciada y asesinada. EE.UU perdió el liderato frente a Rusia en el conflicto y Europa impotente vio como Rusia se hacía con una base permanente en el Mediterráneo.
Una base permanente en el Mediterráneo, Tartús, emplazamiento usado por los soviéticos durante la Guerra Fría vuelve a la actualidad durante la guerra en Siria y la base naval es adecentada, modernizada y ampliada por los rusos con el objetivo de mantener un grupo permanente en el Mediterráneo. Para ello desplegaron los sistemas antiaéreos S-300 y S-400 y se firma un acuerdo de cesión por 49 años prorrogables otros 25. Rusia ya tiene salida directa al Mediterráneo.
Europa y Rusia han experimentado una beligerancia al alza desde las injerencias de la UE en Ucrania y el posicionamiento de Rusia en la frontera este de la Unión. Episodios como la anexión de Crimea a Rusia, el derribo de un avión de aerolíneas comerciales por parte de milicias prorrusas y las continuas violaciones rusas del espacio aéreo en el Báltico muestran el grado de tensión, nunca rebajado desde entonces que viven Europa y Rusia. Episodios, a los que hay que añadir ahora también, el Mediterráneo (nunca hubo que dejarlo de tener en cuenta).
Se suceden las maniobras. La OTAN, tras la cumbre de Gales de 2014, realiza en el 2015 las Trident Juncture (el mayor ejercicio que la OTAN había hecho hasta la fecha desde el fin de la primera Guerra Fría). La respuesta rusa: reforzar la flota del mar Negro, instalar el sistema de misiles antiaéreos S-400 Triumf en Crimea y las maniobras ZAPAD en 2017 que movilizaron a más de 100.000 efectivos rusos.
El Tratado de eliminación de misiles de medio alcance, INF (por sus siglas en inglés), firmado por la Unión Soviética y EE.UU en 1987, hoy está abandonado tras ser suspendido sucesivamente por EE.UU y Rusia desde febrero de 2019. El de armas convencionales en Europa, FACE, vigente desde 1992 fue suspendido por Rusia en 2007 y en 2015 lo abandonó. El Tratado para la reducción de armas nucleares estratégicas, START ratificado en 2010 por Rusia y EE.UU, pendiente de renovación para el 2020, no garantiza la seguridad, a la vista de los acontecimientos.
Sin embargo, el hecho sin precedentes que apunta al Mediterráneo como foco caliente del nuevo conflicto en el futuro inmediato se ejemplifica con el hecho, aparentemente intranscendente pero muy gráfico, de la presencia del portaviones ruso Almirante Kuznetsov en el Mediterráneo en operaciones durante el conflicto sirio. El portaviones ruso fue enviado en 2017 con la excusa de luchar contra el terrorismo internacional islamista, cruzando como no podía ser de otra manera el estrecho de Gibraltar y acompañado en todo su periplo por más de 50 buques de la OTAN.
Sirva este comienzo, donde se ha descrito de una manera muy somera, hechos válidos para ilustrar el grado de tensión que vive Europa y el Mediterráneo principalmente, junto con la evidencia de una nueva carrera armamentística que incluye, esta vez sí, las armas nucleares; China como foco desestabilizador en Asia-Pacífico, y la reciente escalada de tensión entre Irán y EE.UU, confirman a mi juicio, el hecho de que nos encontramos inmersos, sin ninguna duda, en una segunda Guerra Fría, cada vez más caliente.
De lo aprendido de la primera, de todas las acciones posibles a tener en cuenta, la disuasión es la primera y más eficaz de todas ellas y la razón más poderosa para esa disuasión: las armas nucleares; en segundo lugar, el arma submarina; y en tercer lugar, la férrea voluntad de un pueblo a no ser conquistado.
El Mediterráneo Occidental, con la importancia capital del estrecho de Gibraltar, será parte vital del teatro de operaciones de esta Nueva Guerra Fría y el equilibrio de la fuerza submarina, amenazado por la carrera armamentística de Argelia jugará un papel determinante en el efecto disuasorio y desestabilizador de los países ribereños.
ANTECEDENTES
El 11 de julio de 2002, tiene lugar la ocupación del islote Perejil por parte de Marruecos. Con la excusa primera de una misión contra el narcotráfico, gendarmes del país vecino lo ocupan, desafiando el statu quo por el cual dicho islote, de soberanía española, debía permanecer deshabitado.
La acción unilateral de Marruecos de quebrar el statu quo y emprender una acción beligerante con hechos consumados en lo que se refiere a Perejil, es del todo inexplicable, especialmente considerando que la política de hechos consumados contrae de manera inherente al hecho en sí, un beneficio directo, algo que no sucedió en este caso, más bien al contrario. El ejemplo más claro sin salirnos de las acciones hostiles entre Marruecos y España es el de la marcha verde. Desde la óptica europea, la anexión de Crimea a Rusia en el conflicto ucraniano es otro ejemplo claro de esto mismo.
En amplitud de miras, si se engloba Perejil en un contexto más general, se puede comprender algo mejor los hechos acaecidos y que llevaron a los dos países a una tensión bélica al alza.
- La monarquía Alauita de Marruecos, además de reinar, gobierna con un elevado grado de autonomía. El rey, además, es jefe supremo de las Fuerzas Armadas.
- El rey Mohamed VI sube al trono en 1999, tras la muerte de su padre, Hassan II, en cuyo reinado tuvo lugar la marcha verde, una ocupación pacífica del Sáhara Occidental.
- Reclamación permanente de Marruecos de los territorios españoles en el norte de África.
- Oposición española a la anexión del Sáhara Occidental a Marruecos.
- La retirada del embajador de Marruecos en 2001 sin una explicación plausible.
- Negociaciones tensas (cuando menos) de los acuerdos de pesca de la UE, donde más del 80% de los barcos pesqueros eran españoles.
- Esfuerzos manifiestamente mejorables por parte de las autoridades marroquíes en la lucha contra el narcotráfico y la inmigración ilegal y su uso para ejercer presión en acuerdos bilaterales y con la UE.
Los hechos tuvieron lugar durante los festejos de celebración de la boda de Mohamed VI, donde se pretendía publicitar el hecho de la anexión de Perejil como una victoria acreditativa ante la opinión internacional para poder emprender acciones de mayor envergadura para la conquista de Ceuta y Melilla.
Los gendarmes marroquíes amenazaron a punta de Kalashnikov a la Guardia Civil que les advirtió de la ilegalidad de sus acciones y a partir de aquí la tensión crece, sustituyendo Marruecos a sus gendarmes, por infantes de marina.
El abrumador despliegue militar por parte de España respondía a varias cuestiones y no únicamente a la recuperación del islote:
- Un mensaje de perfecta coordinación por parte de los tres ejércitos ante un conflicto real y en la antesala de la creación del mando conjunto de operaciones MOPS.
- No hay ninguna posibilidad de que se lleven a término las reivindicaciones de Marruecos sobre los territorios españoles del norte de África.
- España usará la fuerza ante la consumación de hechos hostiles que supongan la pérdida de soberanía.
- La Diplomacia sin una Fuerza que la respalde no sirve de nada.
- La presencia de la Fuerza como acción en la disuasión.
Y esto es debido, no únicamente por las acciones de Marruecos, sino también por el templado apoyo internacional sobre los hechos, salvo alguna excepción.
- La OTAN se desentendió en un principio, así como varios países aliados europeos.
- La presidencia de la UE (en ese momento danesa) estuvo enérgicamente a favor de España, no así el resto de los países miembros.
- Francia estuvo en contra de España y se posicionó a favor de Marruecos (aunque no explícitamente).
- Italia se posicionó a favor de España desde el inicio de las hostilidades.
El despliegue militar de la Operación Romeo-Sierra protagonista en la recuperación del islote no tenía precedentes. Desde aviones caza F-18 y Mirage F1 para asegurar el espacio aéreo, hasta fragatas, corbetas y patrulleros para asegurar la supremacía en el mar.
El puesto de mando se estableció en el buque de asalto anfibio Castilla (L-52). Finalmente, cuatro helicópteros Cougar parten de Alicante para el asalto final. Tres de ellos llevarían las fuerzas de asalto, la mayoría pertenecientes al Grupo de Operaciones Especiales y un pequeño número de infantes de marina, el cuarto Cougar, que iría primero, sería el señuelo. A esta comitiva se le añadirían dos HU-21 que darían protección a la fuerza.
El resultado final es conocido: cero bajas y recuperación de la soberanía del islote. Pero hay algunos aspectos que habría que tratar de dar respuesta.
Entre el despliegue naval español que aseguró la supremacía naval en la zona, se encontraba el submarino Tramontana (S-74), en algún punto indeterminado del estrecho. Su misión era identificar, informar y, si hubiese llegado la orden, enfrentarse a las unidades marroquíes que pudieran haber negado la supremacía naval española en la operación.
Esto último no pasó. Es decir, Marruecos no movilizó sus buques escolta ¿Por qué no los movilizó? Las Fuerzas Armadas marroquíes eran plenamente conscientes del arma submarina de España ¿Fue el hecho de saber que un submarino se encontraba en algún lugar indeterminado del estrecho motivo suficiente para no arriesgar sus mejores buques?
Demos la vuelta al planteamiento. ¿España hubiese movilizado tal cantidad de fuerzas de tener Marruecos una fuerza submarina?
Otro ejemplo claro de la importancia del arma submarina como elemento de disuasión es la guerra de Libia. En febrero de 2011 y en el contexto de la Primavera Árabe se produce el enfrentamiento entre los leales al gobierno de Muamar el Gadafi contra rebeldes y opositores al régimen.
La respuesta internacional a este conflicto no gozó de todo el consenso que requería, culpa, en gran parte, al uso partidista que pretendían hacer EE.UU, Reino Unido y Francia principalmente, de los recursos de la OTAN. Occidente marea la perdiz, desde una primera propuesta de Francia a la Unión Europea, hasta la llamada de David Cameron, primer ministro de Reino Unido por aquel entonces, en la ONU, a adoptar sanciones contra Libia. Suiza decide congelar las cuentas bancarias de la familia Gadafi, medida seguida y aplaudida por EE.UU y numerosos países aliados.
El 19 de marzo de 2011 tiene lugar el primer ataque aliado. Francia envía una veintena de aviones de combate, entre los que destacan cazas Rafale y Mirage 2000 y entre cuyos objetivos se encontraron varios carros de combate de las fuerzas leales libias.
Sin embargo, la Alianza internacional hace aguas por varios frentes desde el mismo día de esa intervención. EE.UU no quiere liderar la ofensiva y cede el mando a la coalición internacional. Entre sus razones, la falta de intereses políticos y económicos que EE.UU tiene en Libia, es decir, mucho que perder y poco que ganar. Francia, como de costumbre, hace la guerra por su cuenta y las operaciones desde el portaaviones Charles de Gaulle serán independientes del resto de operaciones de la OTAN.
La OTAN es quien finalmente se hace cargo de las operaciones militares de la fuerza internacional (por las presiones de Italia de no ceder sus bases para las acciones bélicas si finalmente no era la Alianza quien se hiciese cargo).
Los países participantes en los ataques de la operación de la OTAN en Libia, Unified Protector, fueron: EE.UU, Reino Unido, Francia, Noruega, Dinamarca, Italia y Bélgica. Mientras que Países Bajos, Polonia, Turquía y España participaban en la zona de exclusión aérea y bloqueo naval.
La fuerza naval desplegada correspondía casi en su totalidad a las unidades encuadradas en el SNMG 1 de la OTAN y la sexta flota de la marina de los Estados Unidos. Destacaremos entre todas ellas la presencia de varios portaaviones, como el francés Charles de Gaulle, el Giuseppe Garibaldi italiano, y los portaaeronaves estadounidenses de la clase Wasp, Kearsarge y Bataan y el USS Mount Whitney como buque de mando. Decenas de fragatas y destructores e igual número de cazaminas y patrulleros se englobaban en el conjunto de fuerzas navales cuya misión principal era:
- Bloqueo de suministros y cualquier posible ayuda que pudiera recibir el régimen de Gadafi por mar.
- Evitar la huida por mar de dirigentes leales al Régimen.
- Interceptación de las comunicaciones.
- Neutralizar cualquier ataque de embarcaciones potencialmente peligrosas.
- Aseguramiento de los principales puertos y ciudades costeras.
- Apoyo a los ataques y objetivos marcados en tierra.
Nada de esto tuvo lugar hasta tener la certeza de que Libia no tenía ningún submarino operativo en la zona. Libia había recibido 6 submarinos de la clase Foxtrot de la Unión Soviética en 1982, seguramente en unas condiciones manifiestamente mejorables, pero aún así, la amenaza que supuso en la zona fue elevada. Entre los informes que manejaban los aliados, existía la posibilidad (baja, pero existía) de que uno de estos submarinos pudiera haber sobrevivido hasta el momento de la guerra de Libia en 2011 con mejoras hechas en 2003.
A la fuerza naval aliada hay que añadir el nutrido número de submarinos que se integraban en la fuerza de la OTAN: los submarinos estadounidenses de la clase Los Angeles, Providence y Scranton, y el submarino SSGN de la clase Ohio, Florida; los submarinos británicos de la clase Trafalgar, Triumph y Turbulent; el submarino turco del tipo 209 Yildiray. El submarino español Tramontana de la clase Galerna, (y el Mistral dando relevo al Tramontana).
Con todo ello, se ha querido poner de manifiesto la importancia del arma submarina como elemento disuasorio ante una acción bélica. A continuación, un análisis de las posibilidades del arma submarina y su importancia en el Mediterráneo.
3 Comentarios. Dejar nuevo
Muy interesante lo que se plantea.
Muchas gracias Corbián.
Da gusto contar contigo.
Un saludo.
Los submarinos son más que una necesidad de la Defensa Nacional. Con el desarrollo de las marinas militares marroquí y argelina son ya un factor esencial en la seguridad nacional. Sin submarinos España estará a merced de los estados del Magreb.