LA INTERVENCIÓN MILITAR DE UNA COALICIÓN
La no intervención de una coalición militar occidental en Siria no ha sido mejor solución que la sí intervención de una coalición militar en Iraq y Afganistán. Y mientras hoy nadie se acuerda de Al Qaeda ni de Bin Laden, el autoproclamado Estado islámico mantiene el terror en Europa y sobre todo en Oriente Medio.
En 2001 tras el atentado a las Torres Gemelas en EE.UU y que supuso el asesinato de 3000 personas, se inició una guerra que no ha acabado. Una guerra ardua, difícil, confusa, compleja, con una fuerte connotación política y que supuso la ocupación de Iraq y Afganistán trayendo consigo numerosas bajas aliadas, tal vez demasiadas y cuyo objetivo era perseguir y derrotar el terrorismo islamista internacional.
En mayo de 2011, el presidente de Estados Unidos, Barak Obama, anunció que tras una intervención militar en Abbottabab, en Pakistán, se dio con el escondite de Bin Laden y se acabó con su vida.
Diez años fuertemente marcados por la intervención militar en el terreno. Una década de exhausto sacrificio, dolor y penurias. Diez años que culminaron con el desmantelamiento de Al Qaeda y Bin Laden.
El objetivo conseguido se pagó a un muy alto precio a juicio de la sociedad occidental representada en opiniones vertidas por diferentes gobiernos, partidos políticos, grupos de poder, de presión, de comunicación, élites sociales, intereses comunitarios, individuales, partidistas, empresariales,…
Aunque la asimetría en la lucha contra el terrorismo no viene determinada por la sencillez de un David contra Goliat, las sociedades occidentales representadas en los grupos anteriormente citados sí ven en las grandes coaliciones a Goliat y empatizan con David por ser intrínsecamente el débil, independientemente de quién sea quien ejerza ese papel. Esta percepción de la realidad, que no la verdadera realidad, es la que llega ampliamente a la mayoría de los sectores de la sociedad.
Aún con todo, el debate de una intervención militar en Siria es cada vez más intenso, pero la importancia excesiva a una determinada percepción de la realidad puede provocar vulnerabilidad política si los gobiernos toman una decisión en lugar de otra a sabiendas que no es la mejor de las decisiones en función de los intereses creados, casi siempre medidos en términos de réditos políticos, es decir de votos.
En el actual mundo globalizado la paciencia ha dejado de ser una virtud dejando paso a la exigencia en la inmediatez como norma. Cuando por la interacción estratégica surgen retrasos en la consecución de los objetivos, las presiones domésticas aumentan y la vulnerabilidad política propicia la injerencia de actores no estatales capaces de modificar la política de un país casi siempre en beneficio propio.
Hasta ahora Europa no estaba dispuesta a combatir el terrorismo en Siria a mi juicio por:
- Luchar contra el terrorismo islamista exclusivamente en Siria podía ser percibido por la sociedad europea como un “apoyo sumergido” al régimen de Bashar al Assad, connivencia con el régimen o al menos apatía por la población represaliada por el conflicto.
- Una intervención militar en el terreno que se prevé larga implica un aumento en los presupuestos de Defensa que Europa no ve con buenos ojos precisamente por la estética belicista que conlleva y las posibles consecuencias políticas en función de la percepción de la realidad que la sociedad europea alberga.
- La fragilidad que presenta Europa en materia Exterior. Generando divisiones internas que provocan casi siempre la inacción como respuesta.
No combatir el terrorismo islamista fuera implica combatirlo dentro, en Europa. Por lo que la primera línea de defensa contra el terrorismo la situamos en nuestras calles, en nuestras ciudades, esto entre otras cosas, significa no combatir el terrorismo sino contenerlo.
La renuncia a una intervención militar en Siria significa aumentar la responsabilidad de la defensa contra el terrorismo internacional a las espaldas de la seguridad interior y de los policías nacionales de las diferentes fuerzas de interior sin que por ello vean también aumentada su inversión presupuestaria.
Combatir el terrorismo islamista desde dentro de Europa exclusivamente significa un cambio de estrategia, un cambio dinámico y constante en función de cada atentado perpetrado. Desde los primeros “lobos solitarios” al “cuchillo y el camión” como armas para implantar el terror en toda Europa.
La sociedad europea, renuncia a la intervención en Siria y acepta apáticamente atentados esporádicos en Europa de calibre ciertamente menor que el que sufren por ejemplo, las minorías cristianas en oriente Medio, siempre que la inmediatez en la solución les devuelva a la normalidad lo antes posible.
No intervenir en Siria significa no tener voluntad de querer acabar con el terrorismo islamista y por lo tanto de no querer erradicar sus causas. La alternativa por tanto no es otra que su contención.
La contención del terrorismo islamista responde pues a razones enteramente políticas. Con una clara hipocresía en el mensaje; buscando una apatía en la ciudadanía europea; identificando como “cosas diferentes” lo que pasa en Oriente Medio, tratándolo casi como las antípodas de Europa, cuando en realidad son nuestros vecinos del Mediterráneo, con lo que ocurre en “casa”, en Europa; que los que atentan en un sitio no tienen que ver con los que atentan en el otro. Buscando peligrosamente la equiparación en cuanto a atrocidad y gravedad de los atentados perpetrados en Europa con los continuos y constantes efectos, consecuencias y acciones que sufren las poblaciones de Oriente Medio y especialmente la minoría cristiana de esos lugares. Apelando desde Europa, para justificar este muro de indiferencia, a la laicidad y a la empatía, que lógicamente es más entre países comunitarios que entre los de fuera, excusando de este modo ese distanciamiento entre unos y otros.
Pero ahora sí es momento de intervenir militarmente en Siria.
Tres años de intervención militar para liberar la ciudad iraquí de Mossul, el bastión más importante del grupo terrorista Estado Islámico en Iraq, por parte del ejército iraquí y una coalición internacional liderada por EE.UU.
Al inicio de la ofensiva más de 6000 terroristas aseguraban la ciudad de los intentos de retomarla por parte del ejército iraquí. Tres años después no quedaban ni 300 y fueron capturados 65 de ellos. La reconquista de Mossul supone el fin de las pretensiones del califato impuesto por el Estado Islámico en 2014. La apariencia de debilidad ahora por parte del Estado Islámico hay que hacerla real, porque la fiera se vuelve más peligrosa cuando está herida. Los terroristas del ISIS utilizan motos y coches bombas, morteros y francotiradores en las últimas escaramuzas por el control de la ciudad y no las utilizan contra el ejército iraquí, las utilizan contra todos, especialmente contra los civiles que quieren huir de la ciudad.
La inversión hecha para asegurar Mossul: tres arduos años de lucha, inversión en Fuerzas Armadas y valentía para asumir la iniciativa. Entre el operativo destacado, un robot armado inventado por dos iraquíes que pone de relieve la importancia de invertir en defensa para la consecución del éxito contra el terrorismo islamista.
La fiera está herida casi de muerte en el frente iraquí, lo que hace, casi con toda certeza, que se haga más fuerte en la frontera opuesta, o sea, en la proximidad con Europa, en la frontera con el Mediterráneo.
La rama libia del ISIS ha ido en aumento y se ha convertido en una de las más importantes del grupo terrorista a medida que iban perdiendo importancia las destinadas en Iraq y en Siria.
Libia se destaca como frente vital en la lucha contra el ISIS, por varias razones:
- La proximidad de Libia con Europa.
- Desde la caída de Gadafi, tras la Primavera Árabe, no hay un gobierno estable.
- La zona de Libia es un foco importante del tráfico de armas ilegales con Siria.
- El autoproclamado Estado Islámico ya ha amenazado y ha atentado en varias instalaciones petrolíferas en Libia, amenazando los intereses energéticos de muchos países europeos.
Afganistán fue el campo de entrenamiento de Al Qaeda, Siria el del Estado Islámico. Que occidente combata hoy en Siria al terrorismo sería del todo necesario para darle su golpe de gracia aprovechando la ofensiva llevada a cabo por Iraq y que dio como resultado la liberación de la ciudad de Mossul.
Estados Unidos lideró la ofensiva en Afganistán, la OTAN se encuentra en pleno desarrollo de operaciones de un posible escenario bélico en la frontera este de Europa. ¿Debería por tanto liderar Europa una coalición multinacional en Siria? Sí debería pero es francamente difícil. Ahogar al ISIS en dos frentes en su propio terreno podría ser el golpe definitivo para el autoproclamado Estado Islámico, pero desgraciadamente no parece fácil que esto ocurra.
La apariencia es importante en el mundo de hoy y combatir el terrorismo internacional islamista en Siria sin atacar al régimen de Bashar al-Assad no se entendería en Europa como ya vimos en puntos anteriores de este artículo. Una solución a este respecto sería trazar todo un entramado social-político-militar a imagen de lo ocurrido en Afganistán que dé cierta legitimidad al uso de una fuerza multinacional que combata al ISIS en Siria.
El objetivo de la misión ISAF en Afganistán tuvo como objetivo (entre otros) ayudar al gobierno afgano a extender su influencia y autoridad. Aquí está el verdadero problema. Una coalición multinacional no puede apoyar al gobierno sirio para garantizar la estabilidad del país y luchar contra el ISIS porque el propio gobierno sirio es en sí mismo un agente desestabilizador en su país. La sociedad occidental no lo aceptaría. Es decir, si se entra en Siria es para combatir a dos enemigos simultáneamente, algo del todo imposible por falta de casi todo.
Por todo lo dicho, la intervención militar en Siria parece que tendría que apoyarse en al menos tres puntos clave:
- Operaciones de imposición/mantenimiento de la paz lo suficientemente flexibles para actuar en las condiciones singulares de lo que supone el conflicto en Siria.
- Operación bélica en toda regla contra el autodenominado Estado Islámico.
- Incansables esfuerzos a nivel social, político, civil, militar y diplomático capaces de establecer, en el mejor de los casos, un nuevo gobierno sirio o un entramado pseudogubernamental capaz de neutralizar las amenazas y represalias del gobierno de Bashar al-Assad.
Una misión de imposición o mantenimiento de la paz según la fase en la que se encuentre el conflicto con el amparo de las Naciones Unidas parece del todo imposible. Rusia, apoyando al gobierno sirio de al-Assad, con su capacidad de veto lo impediría.
Otra opción a contemplar por una coalición internacional es saltarse el escalón de la ONU. El ejemplo más reciente de ello es la intervención en Iraq de una coalición internacional liderada por EE.UU tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, aunque con ello se gane el descrédito popular.
Sin embargo, no es este el único caso de intervención internacional sin un mandato claro de Naciones Unidas, y aunque parezca mentira, sin descrédito por parte de la sociedad sobre estos otros casos.
Como bien apunta el general de brigada alemán, ya retirado, Manfred Eisele, el conflicto de Siria se asemeja en varios puntos al conflicto vivido en los Balcanes y Kosovo en donde se constató repetidas veces las violaciones de los Derechos Humanos. Aún así, Rusia votó en contra de una intervención militar en el Consejo de Seguridad de la ONU. Ante la imposibilidad de acción en este sentido, la OTAN asumió el liderazgo bélico de la acción sin un mandato expreso de Naciones Unidas y de una manera completamente legítima para la opinión pública. Puede que este caso sea el más significativo pero hubo otros.
En 1990 durante la guerra civil de Liberia, la Comunidad Económica Africana, intervino en una misión humanitaria liderada por Nigeria sin un mandato previo de la ONU.
Cabe recordar también el subterfugio liderado por Canadá en relación a todo lo anterior: “La responsabilidad de proteger” (R2P) que contempla la opción de legitimar cualquier intervención sin mandato de la ONU siempre que haya constancia de hechos graves de violaciones de Derechos Humanos. Aunque carezca de fuerza jurídica, esta vía ya ha sonado varias veces en los pasillos de la ONU.
“Naciones Unidas y el mundo en general entendieron demasiado tarde que Bosnia era una causa moral, además de un conflicto militar”.
Así concluye el informe de la ONU de 155 páginas sobre la matanza de civiles en Srebrenica en julio de 1995 y todo apunta a que esta frase podría ser usada de nuevo cuando alguien se acuerde de que habría que haber intervenido en Siria.
Combatir al ISIS en toda regla en Siria sería lo deseable para su derrota. En este caso incluso se podría contar con el apoyo de Rusia (seguramente con matices) llegado el caso.
La derrota que está sufriendo ISIS especialmente en Iraq con la ayuda de una pequeña coalición internacional anima a ello. Muchos de estos países colaboran ya con el suministro de armamento y munición o mediante ataques aéreos. Puede que los éxitos logrados animen a que esta coalición establezca tropas sobre el terreno en pocos meses.
Aun resolviendo estos puntos, nos quedaría el tercero que mencionábamos anteriormente y el más difícil de soliviantar para terminar con las excusas de occidente para intervenir en Siria. El derrocamiento del gobierno sirio.
No hay ninguna solución buena a este respecto, sobretodo mientras Rusia siga apoyando al gobierno de Bashar al-Assad. Sin embargo creo que sería más fácil forzar una solución una vez que haya una fuerza de intervención en el terreno. Evidenciar por medio de una coalición internacional desde Siria la violación de los Derechos Humanos y los ataques con armas de destrucción masiva tendría suficiente carga moral como para forzar al menos unas negociaciones y que Rusia deje de apoyar, aunque sea tan enfáticamente a Siria.
Rusia está en Siria, no por sus simpatías con el régimen de Bashar al-Assad, o no sólo por eso, sino por geopolítica fundamentalmente. Estar en Siria significa desestabilizar el Kurdistán y desestabilizar el Kurdistán significa incomodar (en el mejor de los casos) a Turquía con las razones que tiene Rusia para tal menester. Estar en Siria también significa estar en el Mediterráneo y por lo tanto mantener una fuerza naval de importancia suficiente para mantener Crimea, por no hablar de la importancia que tiene por sí sólo el Mediterráneo o el interés que tiene Rusia por incomodar también a Europa entre otros motivos.
Tal vez, disuadir a Rusia de apoyar al gobierno sirio sea algo que no tenga que dirimirse exclusivamente desde la perspectiva siria y haya que buscar soluciones en otros escenarios geopolíticos, o tal vez no y sea esto una señal de alarma de a lo que nos podemos enfrentar en un futuro próximo.
En cuanto a un gobierno alternativo en Siria, una administración transitoria tal como se hizo en Afganistán suena a lo más sensato. De ahí lo mencionado anteriormente de una fuerte actividad social, política, civil, militar y diplomática que asegure una coalición de gobierno nacional sirio (con apoyo internacional) capaz de evidenciar los abusos e incompetencia del gobierno de Bashar al-Assad y que pueda neutralizar o debilitar en el mayor grado posible sus amenazas.
El cómo hacer todo esto es la tarea más difícil que tienen por delante los dirigentes mundiales si en realidad quieren, que creo que no.
Mientras, la sociedad occidental mirará para otro lado. Nos llevaremos las manos a la cabeza y llenos de indignación condenaremos los atentados con camiones y cuchillos cada tres o cuatro meses en Europa o EE.UU, al menos durante una semana y seguiremos sin prestar atención a Siria, hasta que nos demos cuenta que la defensa de Europa contra el terrorismo empieza fuera de nuestras fronteras y no dentro, hasta que un día nos demos cuenta como en Bosnia, que lo de Siria es una causa moral.
2 Comentarios. Dejar nuevo
Interesante manera de explicar la falta de iniciativa occidental en la intervención Siria. Estoy muy de acuerdo en casi todo. Enhorabuena!!
Gracias Corbián por tus palabras,
Siempre es un placer.