El nuevo escenario geopolítico pone en evidencia la incompetencia de occidente frente al fanatismo islamista por dos razones: no hay líderes preparados en occidente y el valor ha dejado de ser una virtud noble. Pero ambas se pueden resumir en una constante apatía por la religiosidad en la vida pública que en ocasiones, muchas ocasiones, se convierte en una persecución del modo de ser cristiano, en los valores cristianos, que no es más que el rechazo de los orígenes de la vida tal y como occidente la ha entendido.
No hay líderes en ambos lados del Atlántico capaces de dirigir el devenir del siglo XXI. Ni siquiera son capaces de gobernar con éxito el puñado de años que tienen por delante según sus mandatos. Un nuevo liderazgo, un líder de verdad, tal vez no haya nacido aún, o esté estudiando en estos momentos o puede que no venga nadie y el futuro sea el desmantelamiento del modo de vida occidental ¿por qué? Por un laicismo mal entendido que entierra y no recupera las raíces cristianas que en realidad sí envuelven nuestra sociedad.
El líder llamado a dirigir las riendas del mundo libre, mientras aún quede algo de mundo y de libre no inspira confianza ni en EE.UU ni en el resto del mundo, teniendo que elegir entre lo estrambótico y lo ridículo, sin despejar la duda de si podrá mantener a EE.UU a la cabeza del mundo occidental enarbolando la bandera de la libertad.
La Unión Europea, cuyo origen pseudo-democrático no es obstáculo para erigirse como los guardianes de una verdadera democracia, fariseos de la libertad, que no quisieron constatar el hecho de las raíces cristianas como precursoras de un modo de vida garante de la libertad y prosperidad que como nunca Europa vivió, hace hoy esfuerzos por la desunión y se ha guardado la llave de la puerta que abre la solidaridad en el bolsillo o tal vez la tiró al fondo del mar donde muchos hoy encuentran el abrazo frío de las olas hacia el descanso eterno. Una solidaridad que se guardan para ellos, una solidaridad intrafronteriza entre europeos con carnet de primera clase, pero sin excesos, pues la austeridad es la norma, casi siempre también mal entendida.
Líderes europeos no hay muchos, presidentes de países muchos. Ninguno capaz de afrontar con valor y liderazgo lo sucedido en Ucrania, ni siquiera tras el derribo de un avión comercial de Malaysia Airlines que despegó del aeropuerto de Ámsterdam con destino Kuala Lumpur y que fue abatido por rebeldes en Ucrania y hoy cómodamente olvidado en un rincón donde no estorbe.
Reino Unido fuera, Escocia e Irlanda del Norte quieren dentro; Grecia hundida en la miseria; Bélgica y Francia rendidas al terror; Portugal y España sumidas en una crisis política permanente. Los países del este de Europa amenazados por enemigos del pasado. El terrorismo islamista que golpea una y otra vez y que provoca la división entre partidos, en lugar de su unión, que aumenta una radicalización no sólo de los terroristas sino también de los ciudadanos con el que es diferente… despojando de importancia los atentados diarios a musulmanes y especialmente a las minorías cristianas al otro lado del Mediterráneo:
No son occidentales, no son europeos, no reniegan de sus valores, luego no importan.
Una burbuja política la de Europa, la de la Unión Europea, alejada de los europeos y que tampoco hace nada por acercarse a los ciudadanos.
Occidente aplaudía alegremente una primavera árabe en el Mediterráneo. Ahora tiembla ante un invierno islamista. La parálisis occidental, el miedo al qué dirán ante los que se proclaman víctimas de occidente no hace más que poner de relieve la incompetencia occidental frente al fanatismo islamista. Ahondar en el laicismo enterrador de la cultura cristiana como único elemento hacedor de una paz frente a los terroristas islamistas en pro de un abrazo multicultural es no entender que esto es una lucha de valores, una lucha que ataca a nuestra forma de ser y que si no nos defendemos con todas nuestras armas seremos derrotados. Si no desenterramos los valores cristianos, frente al terror de los que degüellan seremos degollados. Es luchar por ser como somos, no rendirse al terror, es simplemente una lucha del bien contra el mal.
El que no quiera atravesar la senda enarbolando la fe cristiana como origen del modo de vida occidental en favor de ser políticamente correcto, encontrará la deshonra de sus iguales más pronto que tarde, porque hoy, buscar la solución en la apatía religiosa como corrección política frente al terror no es sino cobardía y no está hecha la senda para el cobarde sino para el valiente que recorre con principios férreos el camino de los héroes.
4 Comentarios. Dejar nuevo
Esto es hablar claro, sí señor.
¡Así se hace! A ver si cunde el ejemplo y nos vamos olvidando de lo «políticamente correcto» y llamamos alas cosas por su nombre.
Sigue en esta línea.
Gracias José,
Me alegro que te haya gustado.
Gracias también por tus ánimos. Seguiremos trabajando duro.
Bravo!! CLARITO , clarito clarito.
Gracias Gloria!! Seguiremos en la misma línea.
Un abrazo!!