La debilidad de España ante una guerra inminente en una situación de crisis social.
Un héroe no es una persona normal y corriente que hace cosas extraordinarias, lo es precisamente, porque esa persona normal y corriente hace cosas excepcionales cuando además la situación le es desfavorable.
La crisis de la pandemia global a causa del Covid-19 golpea en España de una manera muy significativa a diferencia de otros países. Sin hacer escarnio de la incompetencia del gobierno frente a esta crisis, lo cierto es que se han puesto en evidencia las debilidades del gobierno y de otras instituciones del Estado, y ahí fuera hay enemigos que lo saben y toman nota.
En este momento de desescalada un tanto confusa y desordenada, las Fuerzas Armadas empiezan a replegarse y a desmantelar los hospitales de campaña, con un balance hasta ahora de más de 2.000 militares infectados por coronavirus y una Operación Balmis sin precedentes en cuanto a efectivos desplegados.
El balance de muertos por la pandemia arroja una cifra oficial de más de 23.000 fallecidos, la verdadera se estima en al menos el doble. Como se decía, ello es resultado de la debilidad del gobierno en el mejor de los casos, en el peor… mejor no pensarlo.
Actúa cuando tu enemigo está débil, esta es una máxima que siempre acompaña a Marruecos. Cuando España está herida, enseguida huele la sangre de la debilidad y en esta ocasión, de manera sibilina se ha lanzado a la “conquista de más soberanía marítima” en perjuicio de España.
Mañana, cuando la guerra empiece es una película del año 2010 de cuestionable valor cinematográfico que trata un tema verdaderamente interesante: el inicio de una guerra imprevista en un momento imprevisto. ¿En qué condiciones afrontaría España, mañana, una guerra?
El 13 de noviembre de 2002 tuvo lugar el accidente del Prestige, una desgracia ocurrida en las costas gallegas que supuso la movilización en recursos militares de 27 millones de euros y más de 78.000 militares en la participación de las labores de limpieza, 26.000 de ellos directamente en la limpieza de playas y acantilados, tomando parte de este despliegue casi todas las unidades de las Fuerzas Armadas.
El desgraciado accidente del Prestige, sus efectos y acciones reparadoras llevadas a cabo a posteriori, nada tienen que ver con el ámbito de actuación de las Fuerzas Armadas, más allá de la solidaridad con el pueblo español y la ayuda y colaboración que desde siempre han mostrado con la sociedad, no en vano forman parte de ella,sin embargo, preocupó y fue objeto de debate el uso masivo, principal y prioritario de efectivos y medios de las Fuerzas Armadas en tareas exclusivamente civiles, por el hecho concreto de que la Seguridad Nacional estuvo si no comprometida, sí debilitada para dar respuesta a alguna acción hostil que se pudiera presentar en esos momentos de debilidad.
En julio del año 2005 tuvo lugar otra catástrofe medioambiental peor que la del Prestige. Un incendio en Guadalajara en donde además murieron 11 miembros de un retén de extinción. Se quemaron más de 13.000 hectáreas de monte y medio millar de vecinos desalojados.
La errática gestión de los medios de Protección Civil por parte de las autoridades de las comunidades autónomas afectadas durante la extinción de este incendio fue el detonante para que a finales de ese mismo año se diese la aprobación por medio del Consejo de Ministros de la creación de la Unidad Militar de Emergencias (UME), única unidad militar destinada a propósitos no militares, enfatizando la preponderancia militar en el ámbito civil cuando dicha acción se debe a una catástrofe.
En la página web de la propia UME se puede leer “aporte militar al sistema nacional de protección civil”. También recoge el Real Decreto 10977/2011 que aprueba el protocolo de actuación en situaciones de emergencia. Algunas de estas situaciones son: riesgos naturales como terremotos, grandes nevadas o incendios forestales; atentados terroristas o riesgos químicos, nucleares, radiológicos o bacteriológicos; escenarios de contaminación medioambiental, o cualquier otra situación que considere el Presidente de Gobierno.
La pregunta que a continuación surge es ¿Por qué no una Unidad Civil de Emergencias, cuando además hay cuerpos, instituciones y organismos para ello? Al margen del dilema moral de que las Fuerzas Armadas tengan una unidad exclusivamente militar para asuntos civiles, este modelo trae la solución a la preocupación antes planteada de mañana, cuando la guerra empiece, pero sólo lo hace en teoría.
Con la creación de una Unidad Militar de Emergencias que actúe como ayuda y apoyo a todo el tejido institucional estatal y autonómico de organismos dedicados a la protección civil en catástrofes, se limitaría el uso mayoritario de las Fuerzas Armadas en asuntos no militares y los Intereses Nacionales estarían asegurados, aún en momentos de crisis, si se declarase un conflicto o se interviniese en una guerra, y sin embargo esto no es así.
En la crisis actual, como resultado de la pandemia global por el Covid-19, la UME estuvo, está y estará al frente de esta crisis, de proporciones desbordantes aún desconocidas, haciendo una labor encomiable y dando visibilidad, muchas veces, a una realidad que, si no fuera por ellos, seguramente quedaría oculta.
En la lucha contra el Covid-19, las Fuerzas Armadas participan con el mayor despliegue conocido hasta la fecha en territorio nacional agrupados en la Operación Balmis. Operación que además de la UME, encuadra efectivos de los tres ejércitos y la Guardia Real, dirigidos por el Jefe del Estado Mayor de la Defensa y conducidos por el Mando de Operaciones.
Cinco buques de la Armada, entre ellos, el buque insignia Juan Carlos I, están puestos a disposición de la Operación Balmis. El L51 Galicia está prestando apoyo y servicio a las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla. Aviones del Ejército del Aire están también a disposición para el transporte de material sanitario, convirtiendo incluso un A400M en un “hospital volante”. Las unidades del Ejército, como, por ejemplo, la Brilat en Galicia prestan servicio como el que más, y en especial, toda la estructura logística a disposición de la lucha contra el Covid-19.
Es comprensible, por otra parte, que en una situación de crisis como la que se está viviendo, de la que habrá que hacer una gran reflexión colectiva, todos, absolutamente todos, participemos en la lucha contra el coronavirus. Existen muchos héroes callados, haciendo imposibles ante la excepcionalidad que nos ha tocado vivir.
Una de las máximas, en cuanto a Seguridad y Defensa se refiere, es precisamente que la Seguridad y Defensa nos compete a todos, no exclusivamente a las Fuerzas Armadas, aunque sí a estos de manera preponderante, y no hay duda de que vivimos en una Emergencia Nacional.
¿Está España en condiciones de asegurar el Interés Nacional, la Soberanía y de responder a cualquier acción hostil incluida, llegado el caso, la participación en una guerra producida en medio de esta crisis?
Marruecos acaba de consumar de manera unilateral la ampliación de sus aguas jurisdiccionales (además de apoderarse de facto, ya con anterioridad, de las aguas del Sáhara Occidental) para controlar la mayor reserva de telurio que existe en el mundo a 269 millas al sur de la isla del Hierro. Aguas que España lleva reclamando ante la ONU desde el 2014. La respuesta a esta acción de Marruecos por parte del Gobierno de España ha sido, como viene siendo habitual, un anuncio: el de reservarse su reacción para cuando estime oportuno.
El BAM Audaz finalizó antes de tiempo su despliegue contra la piratería en el Golfo de Guinea, precisamente por la crisis del coronavirus. El BIO Hespérides regresa a Cartagena dos meses antes de lo previsto y el gobierno decidió cerrar las bases que el Ejército tiene en la Antártida Gabriel de Castilla y Juan Carlos I.
Han quedado suspendidas las actividades formativas en todos los centros de formación militar de la Comunidad de Madrid y el Ejército de Tierra ha dejado en suspense la preparación de la Brigada Guadarrama XII para su despliegue en Letonia.
En misiones en el exterior, la incorporación de la fragata Numancia a la Operación Atalanta de la UE, sufrió el incidente de tener que replegar a 22 miembros que formaban parte de un relevo a causa del Covid-19.
En el ámbito internacional las cosas no mejoran y hemos sido testigos vía el San Francisco Chronicle, de cúal es la mejor manera de dejar inoperativo un portaaviones nuclear de la marina de los Estados Unidos de América.
El USS Theodore Roosevelt se encontraba en las proximidades de la isla de Guam cuando el comandante del buque informó a sus superiores de la incapacidad de mantener la operatividad del barco y cumplir con las medidas preventivas contra el virus simultáneamente. Más de un centenar de un total de 5.000 miembros de la dotación resultaron infectados cuando se dio a conocer la misiva del comandante.
Otro portaaviones nuclear y también aliado, el buque insignia francés Charles de Gaulle, en misión en el Atlántico Norte, canceló su desempeño al reportar más de medio centenar de infectados, además de los que presentaban síntomas. Junto al portaaviones, como buque escolta, se encontraba la F-103 Blas de Lezo.
Sin embargo, ¿quién quiere enemigos con amigos como estos? La UE está haciendo lo habitual en estos casos, nada. La OTAN, que en palabras de su secretario general dice: está preparada y dispuesta, parece oportuno pensar, viendo la situación de las Fuerzas Armadas de los países aliados, que no está al cien por cien de su capacidad operativa.
Además de amigos reticentes, enemigos aliados. Miembros de las Fuerzas Armadas rusas se desplegaron en el norte de Italia en “apoyo y ayuda” contra el coronavirus. También enviando ayuda material a EE.UU, y lo mismo hace la República Popular China.
La excepción confirma la regla y la República Checa no dudó en responder a la petición de ayuda que hizo España a la OTAN.
Entre la meditación colectiva que se planteó en párrafos anteriores surgen muchas dudas y frustraciones. La más rápida de plantear y de responder es la del aumento de la inversión, ya no para las Fuerzas Armadas, sino para la Seguridad Nacional. La respuesta a esta cuestión la sabemos todos: no.
Otra de estas frustraciones, la principal, es la de involucrar de manera mayoritaria y preponderante a las Fuerzas Armadas, todas en su conjunto, aun cuando existe una unidad específica para la ayuda en catástrofes y emergencias, en colaboración conjunta con todo un tejido institucional dedicado a la protección civil para poder revertir el curso de los acontecimientos, en concreto en este caso, a causa del Covid-19.
No es frustración por el hecho de involucrar a las Fuerzas Armadas en ayuda de la sociedad, y que algunos mezquinos tildan de injerencia, cuando en realidad es necesidad. Es porque esa necesidad visibiliza la debilidad del estado. No siendo capaz de aunar esfuerzos, en común acuerdo con todas las autonomías y no siendo capaz el gobierno de instaurar su autoridad en todas ellas.
El enemigo, está ahí fuera, y toma nota de la debilidad, por eso es pertinente la pregunta aunque la respuesta también sea conocida. Si la guerra comenzase mañana, ¿Está España preparada, mañana, cuando la guerra empiece?
4 Comentarios. Dejar nuevo
Interesantes reflexiones sobre un debate que, por desgracia, no está encima de la mesa. Nos acordaremos de Santa Bárbara cuando truene….
Gracias Luis por tu comentario.
Efectivamente la cuestión no está encima de la mesa, y en algún momento eso nos pasará factura.
Un saludo.
No deja de ser curioso que se plantee la lentitud de las vacunaciones. Hace 35 0 40 años, en cualquier Centro de Instrucción de Reclutas, 4 sanitarios vacunaban a 5.000 personas en un día. Y ahora se rechaza de plano la ayuda de las FAS en la campaña de vacunación. Y de la sanidad privada. Y de los farmacéuticos. A lo mejor el problema está en que hemos recibido una cantidad ridícula de vacunas, y no lo está en el personal dedicado, sino en que a un ritmo de vacunación racional nos ventilamos las vacunas recibidas en una semana… o en tres, dado que hay que administrarla en dos tandas, y a saber cuando llegarían las siguientes.
En cuanto a capacidades militares, muchos de los que hicimos el servicio militar, consideramos un error haber acabado con esta modalidad de servicio de armas. Es perfectamente compatible mantener un ejército profesional permanente con un sistema de instrucción de conscriptos, que en un momento dado permitiría poner en armas a toda la nación. ¿Qué es más caro? Seguro que sí. Pero a lo mejor tendríamos que replantearnos en serio en qué nos gastamos el dinero.
Y esta pandemia resulta muy inspiradora al respecto. ¿Nos hacen falta 17 soluciones distintas para combatir al mismo virus? 17 leyes, 17 métodos, 17 autoridades para todo, aparte e incluso en contra del Estado ¿De que nos servirían «Mañana, cuando la guerra empiece»?
Interesante hilo, como todos los suyos. Enhorabuena por el blog
Muchas gracias Eduardo.
Perdón por contestar tan tarde pero fue culpa de un problema técnico que ya está solventado