BARCOS DEL EJÉRCITO; MARINOS DEL EJÉRCITO; MARINOS LEGIONARIOS; PRAGMATISMO Y TRADICIÓN
Los barcos del Ejército de Tierra, al paso inexorable del tiempo, buscan su reemplazo y los trámites para tal menester ya han comenzado.
El Ejército de Tierra desarrolló en el 2017 un estudio para evaluar la sustitución de sus buques de transporte El camino Español (ya de baja) y Martín Posadillo por estar ya muy cerca de finalizar su vida operativa.
Sí, barcos del Ejército, aunque totalmente integrados en la Armada y con base en el Arsenal de Cartagena y dependiendo del Almirante de Acción Marítima, pero la titularidad de dichos buques no es otra que del Ejército de Tierra.
Aunque el transporte de material y de equipamiento no es responsabilidad del Ejército como tal, sí que es responsabilidad del mismo garantizar el sostenimiento de la Fuerza en las diferentes operaciones donde se despliegue el Ejército y en esto el transporte naval es fundamental.
Las misiones del Martín Posadillo y de El camino español convergen en este sentido con las funciones del sostenimiento de la Fuerza, como lo es el transporte de material entre la península y las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla; los archipiélagos Balear y Canario; también de los islotes, archipiélagos y peñones del norte de África. Al tesón y esfuerzo de estas tareas, se le añaden además las misiones en el exterior.
El camino español. De aquella ruta española entre Milán y los Países Bajos, entre los siglos XVI y XVII, vertebradora del Imperio Español en Europa, por donde tropas y provisiones viajaban al servicio del Rey. Hoy el buque con el mismo nombre hace lo propio proporcionando suministros y material allí donde sea necesario a nuestras tropas.
El camino español es un tipo de buque RO-RO mercante construido en Río de Janeiro en 1984 con el antiguo nombre de Araguary. Fue adquirido por el Ejército de Tierra y transformado por la antigua Empresa Nacional Bazán en Cartagena, estando completamente operativo en 1999. Las obras principales responden a la habitabilidad del barco y al aumento de la carga al añadirle una cubierta intermedia para vehículos ligeros. Con la marca 03 (ET) pasó a disposición de la Armada con la nueva distinción A-05.

El Martín Posadillo, 02 (ET), también es un buque RO-RO construido en Gijón en 1973 y adquirido por el Ejército en 1990 para encuadrarse en la Agrupación Logística 23 con base en Ceuta. No es hasta el 15 de febrero de 2000 cuando se le da de alta en la Armada cambiando de base, ahora en Cartagena y marca A-04.
Sus misiones no difieren de las de El camino español: asegurar el mantenimiento de la Fuerza, tanto dentro como fuera de nuestras fronteras.
La capacidad aproximada de este buque es de unos 45 camiones y 25 vehículos ligeros además de tener capacidad operativa con helicópteros.
Su nombre es en honor del coronel de intendencia del Ejército de Tierra, general a título póstumo, don José María Martín Posadillo Muñiz, asesinado por la banda terrorista ETA en 1989.

El camino español y el Martín Posadillo son dos de los tres buques con los que contaba el Ejército. El tercero, el Santa Teresa de Ávila 01 (ET), conocido cariñosamente por sus tripulantes como la Teresita, no se integró con el resto de buques de la Armada y siguió en manos del Ejército operando con personal civil desde el puerto de Ceuta teniendo como misión fundamental el avituallamiento de las plazas de soberanía, las mayores: Ceuta y Melilla y las menores: islas Chafarinas y Alhucemas y el peñón de Vélez de la Gomera. El 25 de abril de 2006 causó baja y fue hundido en las costas de Ceuta para crear un arrecife artificial.
Entre las misiones al extranjero de El camino español y el Martín Posadillo son de destacar el transporte de tropas y vehículos en 1999 en las misiones de Kosovo y Bosnia-Herzegovina. En 2002 se encargaron del apoyo logístico en las misiones CHARLIE SIERRA Y SIERRA KILO en Bosnia y Kosovo.
En 2012, El camino español trasladaría desde Valencia hasta el Líbano 50 vehículos LMV Lince para sustituir a los BMR allí desplegados en misión de paz de la ONU.
Participó, en el 2015, en la triste tarea de búsqueda y rescate del helicóptero del SAR siniestrado en el Atlántico cuando retornaba a Canarias.
En estos momentos (septiembre de 2018) se encuentra trasladando material al Líbano y Turquía.
Marinos del Ejército
Los cuarenta hombres de mar, «marinos del Ejército», son el germen de la unidad militar más antigua del Ejército de Tierra Español. La Compañía de Mar de Melilla.
Su origen se remonta a la ocupación de Melilla al mando de don Juan Alonso de Guzmán, conde de Niebla y el duque de Medina Sidonia en 1497. Una vez ocupada la ciudad y reparadas sus defensas, la misión de estos hombres era la defensa de la ciudad y la protección de las costas de la acción pirata. En 1498 los Reyes Católicos firman la Real Orden por la que se les otorgaba su condición de orden militar.
Fueron cambiando de nombre con el paso de los años, pero el espíritu, aún hoy sigue siendo el mismo: en 1745 pasó a llamarse Pelotones de Mar de África; en 1885 Compañía Marítima de África; en 1896, Compañía de Mar de Melilla.
La Compañía de Mar tuvo especial relevancia en el Desembarco de Alhucemas en el año 1925 (tras el desastre de Annual de 1921), primer desembarco de fuerzas terrestres con apoyo aeronaval, obteniendo la medalla naval colectiva.
“Imaginaos a los soldados por el agua, yendo a reponer víveres bajo el fuego enemigo, corriendo. ¿Hace falta algún acto de heroísmo? Con el sacrificio que supone tomar esos riesgos es más que suficiente”.
La Compañía de Mar de Melilla tiene destacamento permanente en Melilla, Alhucemas, Chafarinas y el Peñón de Vélez (una de las fronteras más estrechas que dividen dos países). Su misión actual no difiere en todos estos años: apoyo a los buques de la Armada y vigilancia y seguridad de las costas. La Compañía de Mar de Melilla es muy querida en esta ciudad pues forma parte de la historia de la misma y en 1993 recibieron la medalla de oro de la ciudad.
Hoy en día dependen de la Unidad Logística Nº24 estando la tradición perdiendo fuelle frente al pragmatismo, sello distinguible de la modernidad de los tiempos, al verse extinta la escala de mar de oficiales del Ejército de Tierra.
Pero la tradición debe ir más allá de los tiempos, y podemos hablar de marinos legionarios y la ligazón que une a la marina, a sus alumnos de la Escuela Naval Militar con la Legión, ostentando el título simbólico de Legionarios de Honor, dado a todos los que demuestran culto al honor, el valor y la amistad; amor a España y a la Legión.
Todos los años esta idiosincrasia se cumple con el traslado de legionarios (tradición desde 1930) para participar en la Semana Santa de Málaga arropando al Cristo de Mena, de la Buena Muerte, a la sazón de los legionarios y acompañados por guardiamarinas de la Escuela Naval Militar que con idéntica misión que los legionarios, arropan a Nuestra Señora de la Soledad, compartiendo así, cofradía y sentimiento.
El traslado se suele hacer en el buque «melillero», este sí de la Armada, Contramaestre Casado, que es el que completa la terna de buques de Transporte Ligero que opera la Armada, junto con los dos anteriores del Ejército de Tierra.
El Contramaestre Casado A01 es el «abuelo gris» de la Armada y cuyo nombre recuerda al héroe de la Guerra de Cuba, cuyo acto de valor fue precedido por las palabras «Yo no dejo morir a ese hombre» tirándose al mar para rescatarlo.
Este buque fue construido en 1951 en Goteburgo (Suecia). Pasó por numerosas compañías hasta que en 1982 lo adquirió la Latam Shipping Co., El Pireo, Grecia. Aunque abanderado primero en Grecia, luego lo hizo con bandera de conveniencia panameña dedicándose al contrabando. Fue capturado por la entonces corbeta Vencedora en las proximidades de las costas gallegas y pasó a formar parte de la Armada hasta nuestros días.
Entre el pragmatismo y la tradición
¿Cabe hoy, la adquisición por parte del Ejército de Tierra de buques logísticos, auxiliares o de menor porte, para garantizar un suministro logístico a la Fuerza proyectada, como una necesidad esencial?
La respuesta es no, como tampoco tiene aviones para tales menesteres. Pero siendo no la respuesta, nos adentramos en una dinámica muy compleja si cuestionamos todo lo que no es de algún modo práctico, pudiendo llegar a desterrar la tradición en pro de una argumentación pragmática, cometiendo dos errores de categoría máxima, si la argumentación se lleva al extremo:
- Ensalzar una manera de actuar propia de autómatas.
- Desterrar los ideales, que en gran medida descansan sobre la tradición.
El primero de los errores, amenaza con la extinción de la vocación de servicio, eliminando el sacrificio, seña de identidad de la milicia en pro de una tabla de horarios y quehaceres sin buscar más allá que el cumplimiento de una jornada laboral.
Nunca está de más recordar el espíritu de sacrificio como lo recogen los valores del Ejército:
«La disposición que impulsa a aceptar sin reservas y con ejemplaridad las penalidades y privaciones que implica el cumplimiento del deber y, si preciso fuera, la entrega de la propia vida, por amor a la Patria y en servicio a los demás.
La austeridad, la abnegación y la entrega forman parte consustancial del espíritu de sacrificio. Se alimenta del amor a la Patria, la vocación y el compromiso, que llevan al militar a demandar los puestos de mayor riesgo y fatiga».
Del segundo, más preocupante, por englobar de alguna manera también el primer punto, puede llegar incluso a plantear la pertinencia de la existencia de las Fuerzas Armadas en el mundo actual tal como se encuentran hoy identificadas. Si no hay ideal que defender tampoco hay tradición y valores que sustentar y el ejercicio de la profesión militar no se distinguiría demasiado de la labor policial.
De la reflexión de ambos puntos señalados se puede apelar a las Órdenes Generales para Oficiales de las Reales Ordenanzas:
«El militar cuyo propio honor y espíritu no le estimulen a obrar siempre bien vale muy poco para el servicio; el llegar tarde a su obligación aunque sea de minutos; el excusarse con males imaginarios o supuestos a las fatigas que le corresponden; el contentarse regularmente con hacer lo preciso de su deber, sin que su propia voluntad adelante cosa alguna, y el hablar pocas veces de la profesión militar son pruebas de gran desidia e ineptitud para la carrera de las armas».
De estas mismas ordenanzas en su apartado de virtudes fundamentales, artículo 17 dice:
«Tendrá presente que la disciplina, valor, prontitud en la obediencia y exactitud en el servicio son virtudes a las que nunca ha de faltar».
Y todo esto viene por el planteamiento de si el Ejército de Tierra tiene que tener en su haber barcos de propósito logístico. Singularidad que tiene que ver o no, pero que se intuye presente, por el vínculo que une al Ejército de Tierra, la Legión, Ceuta, Melilla y la Armada.
La Armada cuenta con buques anfibios de primera categoría. El Galicia y el Castilla; el buque multipropósito Juan Carlos I; los buques logísticos Patiño y Cantabria; el buque de transporte ligero Contramaestre Casado que completa la terna con el Camino español y el Martín Posadillo. Con un poder de proyección de la fuerza envidiado en medio mundo. Que el Ejército de Tierra tenga en titularidad dos buques logísticos, ¿mejora o empeora la respuesta logística del Ejército de Tierra?
La interoperabilidad entre ejércitos es algo que está fuera de toda duda. La evidencia es constatada con el uso de aviones del Ejército del Aire para el suministro logístico a las tropas del Ejército de Tierra desplegadas en el extranjero. Entendiendo que esta interoperabilidad solo puede ir a más con el paso de los años, no tiene sentido que el ET tenga en titularidad ningún barco. Especialmente cuando el pragmatismo está en horas altas de popularidad. Se ha suprimido la escala de mar de oficiales del Ejército de Tierra, plegándonos todos a los vientos de la innovación, tecnología y globalización.
La nostalgia para los nostálgicos, pero aún así, cuidado. La tradición hay que cuidarla para no convertirse en autómatas. Para que los vientos de pulcritud aséptica de no defender ideales (no vaya a ser) conviertan la milicia en un servicio policial y España se vea tristemente sin tradición que sustentar, orgullo que mostrar.