Cuando don Julián dejó pasar al invasor, dejó pasar mucho más.
Don Julián es un personaje que se mueve entre la realidad histórica y la leyenda de antaño. Personificado el personaje en el gobernador de Ceuta cuando ésta cayó en manos musulmanas en el 709, don Julián, cambiando de lealtades, facilitó el paso de los musulmanes a la península en el 711 acabando así con el reino visigodo en la emblemática batalla de Guadalete.
La leyenda de don Julián y su traición al rey Rodrigo las recoge el historiador musulmán Al-Razi entre los siglos IX-X haciéndose muy popular en el siglo XIX entre autores del romanticismo tanto nacionales como internacionales.
Pues resulta que don Julián dio nombre a todo un síndrome, el síndrome de don Julián. Poco conocido hoy por este nombre, servirá para entrar en situación, si en vez de don Julián se usan términos como Leyenda Negra o Hispanofobia.
Este síndrome representa odio a lo español, pero va más allá, no es sólo repugnancia a todo aquello que destile españolidad sino que significa además, alinearse con la causa y las simpatías de los enemigos tradicionales de España y por extrapolación siempre a favor de todo aquello que sea contrario a lo que representa España por el simple hecho de estar en contra de España.
Todo aquello que es malo para España, es motivo de júbilo para el portador de este síndrome, que además se mofa de España o de los españoles, aún independientemente de que también sea malo para él, pues este síndrome afecta a españoles principalmente.
Lo estamos viendo con los altercados que se han iniciado en EE.UU por la muerte de un estadounidense negro a manos de un policía blanco y de ahí, sin saber muy bien el porqué, pero intuyendo la implicación de algún lobby anglosajón, el inicio de una corriente en contra de la cultura hispánica en EE.UU, como si de alguna manera los españoles o Colón en persona hubiesen llevado el racismo o la segregación racial a ese continente dejando sin pecado original a los inocentes descendientes del Mayflower que rebosan tolerancia desde el principio hasta hoy.
Todo esto se puede desacreditar echando un vistazo rápido al mestizaje, el intercambio cultural, construcciones, infraestructuras, ámbito académico, y en definitiva el legado que los malvados conquistadores españoles dejaron en lo que fue la España americana, mientras que los nativos norteamericanos, no nos olvidemos, viven en reservas, con el permiso de aquellos que ahora se rasgan las vestiduras.
Esta corriente, llena de despropósitos, llega como no puede ser de otra manera a los oídos de los que portan el síndrome de don Julián y por lo tanto lo hacen suyo. Este síndrome, se cura con cultura, y precisamente por eso se ha extendido de una manera tan notoria por la clase política de nuestro país, en la que ahora, algunos de estos políticos se plantean quitar estatuas de Colón por negrero.
En la coctelera de las insidias que propicia este síndrome, no puede faltar el aderezo de los siguientes ingredientes: ingleses, franceses, colonialismo, musulames, anticatolicismo y por supuesto los nacionalismos.
Los ingleses, como enemigos tradicionales de España, representan, para todos aquellos que por desgracia desarrollan este síndrome el liderazgo del planeta ¡El mundo anglosajón derrotó al hispánico que representaba la tradición y el atraso, en favor del progreso y la libertad!
¡Cómo no van a representar el liderazgo si su idioma, es el idioma que mueve el mundo! Es el idioma de los negocios. La flema británica, el Imperio, la libra, Oxford, Shakespeare, Churchill, o Nelson. Siempre un Michael será mejor que un Miguel, una Mary mejor que una María para liderar el mundo.
Sin embargo, el español es el segundo idioma materno del mundo en número de hablantes, sólo superado por el chino. Es la tercera lengua en internet, la segunda en Wikipedia, Facebook, Twitter y linkedin. El porcentaje de población mundial que habla español como lengua nativa está aumentando, mientras que la proporción de hablantes de chino, inglés y francés está descendiendo.
EE.UU se perfila como el segundo país hispanohablante por detrás de México. Precisamente en EE.UU el español es el idioma más estudiado en todos los niveles de la enseñanza y en el Reino Unido, el español es percibido como el idioma más importante para el futuro, según datos del Instituto Cervantes del 2019.
No me quiero extender mucho, así que un único apunte más sobre el ingrediente inglés de la coctelera. La manipulación de la Historia. Todo el mundo conoce la Armada Invencible que mandó Felipe II a conquistar Inglaterra y la soberana paliza que nos dieron los ingleses. Bueno, pues resulta que no fue así.
La Invencible, que para desintoxicarnos poco a poco del síndrome, la llamaremos como realmente se denominó, la Real y Felicísima Armada, no recibió ninguna soberana paliza de los ingleses, de hecho ni Drake (un verdadero pirata al servicio de la corona inglesa) tuvo el protagonismo real que le hubiese gustado tener. El resultado de dicha batalla en absoluto fue el de una aplastante victoria inglesa, y sí que las fuerzas de los elementos, como diría el denostado rey Felipe II (en términos de los que conviven con este síndrome), tuvieron mucho que ver.
Todo esto, los libres del julianismo ya lo conocían, ya lo conocíamos, pero el simple pronuciamiento al respecto… bueno, ya saben. También lo sabían y lo saben los irlandeses (investiguen, investiguen). Sin embargo, hace poco salió un documental de la BBC, sí de los británicos, reconociendo la mentira que explotaron hasta la saciedad. Sólo un apunte más, ¿conocen eso que se denominó la Contra Armada?, si no lo conocen, merece la pena que lo investiguen también.
Lo mismo ocurre con los franceses. Nos invadieron por nuestro bien, como pueblo atrasado que éramos, necesitábamos de la Ilustración, y como no queríamos pasar por ahí, tuvieron que invadirnos los pobres, y fue cuando aprendimos que la guillotina era costumbre de gente civilizada. Por cierto, perfectamente afilada hasta 1977, que tuvo lugar la última ejecución.
Por alguna razón que escapa a la lógica, los que poseen este extraño síndrome, creen en la palabra de británicos y franceses cuando cargan contra España. Su palabra es suficiente acreditación de los hechos que describen.
Este síndrome en su estadío más alto, en un ejercicio de totum revolutum habla de las colonias españolas en el Nuevo Mundo, en un intento de equiparar los territorios españoles allende los mares en América, con las colonias británicas o francesas, imagino que con la intención de equiparar las atrocidades que hacían los británcios y franceses allí en sus dominios con lo que no hacían los españoles de entonces en sus territorios.
Una vez hecha la equiparación, se libera al colono británico de dicha carga atroz para inocularla en el salvaje conquistador español y de esta manera tan simple tenemos a una España con colonias en América y españoles desalmados impacientes por masacrar a la población americana, mientras que británicos colonos y franceses hugonotes, tan puritanos ellos, quedan libres de todo mal.
Una cosa más acerca de las colonias. Los territorios españoles de América no eran colonias. Un español del virreinato de Perú era tan español como un señor de Castilla, y las desgracias de los débiles eran igual de desgracias en Lima como en Segovia. Los desgraciados segovianos no habrían salido de la meseta castellana en su vida y los desgraciados del Perú otro tanto les pasaría.
¿Cuál es la diferencia entre una colonia británica en América y un territorio español en América? La tercera acepción de la RAE sobre colonia dice que es un territorio fuera de la nación que lo hizo suyo, y ordinariamente regido por leyes especiales.
Los británicos hacían de sus colonias sobreexplotación de sus recursos y aplicaban leyes específicas y diferentes a esos territorios, como también los propios nativos no eran ciudadanos de pleno derecho y aquí sí, un desgraciado londinense se le presuponía más dignidad que al más noble de los nativos americanos.
Las colonias británicas proporcionaban mano de obra barata y así tenía que seguir siendo, por eso no hay apenas escuelas, universidades, hospitales, infraestructura civil, … en la América anglosajona de antes de su independencia. La prosperidad de América del Norte llega cuando las trece colonias británicas se independizan, no antes. Justo al revés que los territorios españoles en América. Su prosperidad acaba con la llegada de su independencia.
Por cierto, cuando se habla de las bondades de los españoles en tierras lejanas, enseguida salen voces de que por entonces no existía España, argumentando que si tal era la corona de Castilla o la de Aragón, aunque inexplicablemente existiera el Virreinato de Nueva España, o islas como La española, pero cuando se habla de las tropelías que los sinvergüenzas cometían, ya sea en Cuenca o en Quito, entonces no importa hablar de españoles, pero bueno, eso es otra historia.
El patriotismo puede existir únicamente con el amor de sus compatriotas, el nacionalismo necesita de un enemigo, real o inventado. El nacionalismo, lacra del siglo XX, vive un resurgir en el siglo XXI.
En el caso español, esto viene de muy atrás. Ya en las guerras de Flandes se encuentra este sentimiento nacionalista que tenía que beber de mentiras bien elaboradas o no, pero que calasen en una población mayoritariamente analfabeta.
Un ejemplo, son las palabras de Martín Lutero, leídas en el libro de María Elvira Roca, Imperiofobia: “Más tolerable es vivir bajo el poder turco que español, puesto que los turcos, sostienen su reino con la justicia, mientras que los españoles evidentemente son bestias”.
Evidentemente son bestias… Han pasado algunos siglos de este discurso de Martín Lutero y en pleno siglo XXI, algún presidente autonómico, no diré quién, dijo sobre los españoles algo así como que son “Bestias taradas”. Un presidente autonómico, de una Comunidad Autonóma de España, luego español. Un pobre diablo con el síndrome de don Julián.
La dinámica del nacionalismo es muy compleja, ya que, de un modo u otro, siempre saca rédito político y siempre lo hace en base a la imposición de su criterio como único verdadero, o estás conmigo o estás contra mí. Si gana con su discurso, fulmina a la oposición cual fuerza dictatorial, y si pierde, lo usa fomentando el papel de víctima oprimida por un estado abusón.
Las palabras de Martin Lutero ligan muy bien el popurrí de nacionalismo, protestantismo y afecto al musulmán en contra de lo español, el catolicismo y en especial del católico español. Todo esto está claramente identificado de cuando las guerras en Flandes y de ahí evolucionó más o menos hasta nuestros días.
Los nacionalistas son los buenos, luchan contra el opresor que nos impone una religión (luego ellos impondrán la suya) justificando de esta manera que ser católico es lo mismo que ser proespañol y si ser español es malo para la causa independentista ser católico no era mejor en aquella época. Además, ¡cómo no va a ser malo el catolicismo y el español si expulsaron a musulmanes primero, y a judíos después de la Península Ibérica! Tal vez de ahí, el buenismo con los musulmanes y la beligerancia contra los católicos entre los julianistas de la España actual.
No se trata de ser católico, ni siquiera de ser ateo, se trata de ser anticatólico. Beligerancia dialéctica, verbal contra el catolicismo disfrazada en libertad de expresión, en la confusión premeditada de aconfesionalidad y laicidad del estado o por ejemplo en la dudosa expresión artística de la que siempre es centro de mofa, no así otras religiones, no así.
Los afectados con el síndrome de don Julián nunca irán en contra de los musulmanes (ni el que escribe lo pretende) o de cualquier otra confesión religiosa, al contrario, tenderán muestras de afecto (falsas muestras de cariño), siempre que esas muestras signifiquen una merma católica. Por ejemplo, pretender no celebrar la Navidad, o el desuso del término, sustituyéndolo por términos como vacaciones blancas o fiesta multicultural, con la excusa de que los musulmanes en España se pueden sentir discriminados o apelando a la laicidad del estado (que ya se ha visto que no lo es), al tiempo que insisten en visibilizar y mostrar respeto por el Ramadán con la falsa apariencia de parecer solidarios y empáticos (curioso que aquí no se recurra a la laicidad del estado, que ya se ha visto que no lo es).
La justificación, según este síndrome es que los católicos de hoy son los herederos de aquellos que expulsaron a los judíos y musulmanes. Son los que representan el atraso y la tradición que va en contra del progreso y la libertad. Por cierto, ¿adivinan quién expulsó antes que España a judíos de media Europa?
El síndrome de don Julián, viene aderezado por el aval intelectual. Poseer este síndrome goza de prestigio progresista, cultural e intelectual. Quien no lo tenga, es sospechoso de simpatizar con ideas conservadoras, con ser católico, o lo que es peor, no ser anticatólico, y todo esto, por alguna extraña razón le convierten a uno en culpable, culpable de algo, no sé de qué, pero culpable, y si además llevan visible y con orgullo la bandera de España en algún complemento modal, pudiendo llevar la noruega, británica o estadounidense, incluso la alemana, es digno de ser fusilado… verbalmente claro (o no tan claro).
Pobre don Julián, lo que organizó sin él saberlo. ¡Tan antiguo y tan presente!
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La anglosfera y el mundo anglosajón son defectos de Occidente, la causa del «Untergang des Abendlandes»