LA SANGRE DE LOS HÉROES AL SOL DEL IMPERIO

De las grandes Historias del Museo Naval de Madrid.

Sí podría ser que la bandera de España hubiese sido hecha con la sangre de los valientes y con un rayo de sol. Valientes de un Imperio y sol que no encontraba descanso en un mundo español. Por sus héroes, por sus hechos y por la fecha de su creación.

Cuando la Patria se mueve al viento, el mundo se envuelve en el recuerdo vívido de que el orbe una vez fue español.

Veamos esa época y esos héroes, donde la máxima expresión de valor, héroes, imperio, sangre y oro tienen fecha y nombre propio: 13 de marzo de 1741 y don Blas de Lezo y Olavarrieta, natural de Pasajes, Guipúzcoa. Cojo, manco y tuerto, terror de los ingleses, derrotó a la mayor escuadra jamás vista en este mundo, hasta la concentración de las Fuerzas Aliadas en el canal de la Mancha, con motivo del desembarco en Normandía durante la IIGM.

En 1704, Blas de Lezo participó en la batalla naval más importante de la Guerra de Sucesión Española junto a las costas de Vélez-Málaga contra una flota anglo-holandesa. De resultado ambiguo, ya que los británicos mantuvieron Gibraltar pero sus bajas fueron muy numerosas.

Su heroísmo no pasó desapercibido, testigo de ello fue su pierna izquierda que a causa de una bala de cañón quedó inutilizada y se la tuvieron que amputar por debajo de la rodilla sin anestesia. Su valor le supuso el ascenso a alférez y el ofrecimiento de asistente de cámara de la corte de Felipe V. Rechazó el ofrecimiento de asistente para seguir sirviendo al rey y a España desde la mar. Tenía 15 años.

Perdió el ojo en Tolón. Contaba con 18 años y participaba en la defensa de la base naval francesa Santa Catalina. El impacto de un cañonazo le reventó el ojo izquierdo, y en 1714 participando del asedio de Barcelona, un balazo en el antebrazo derecho le dejó sin la movilidad del mismo.

A los 26 años Lezo era ya tuerto, manco y cojo, mediohombre le apodaban, y a los 34, obtiene el empleo de general de la Armada.

A Lezo aún le sobró anatomía para enmudecer a los británicos en Cartagena de Indias. So pena de muerte para quien se atreviese a decir, ni siquiera pensar, la humillación que fueron a encontrar y que su almirante Vernon recibió quedando su escuadra, la más grande (ya lo hemos dicho), inservible, tan sólo válida, como las crónicas dirán, para transportar carbón de Irlanda a Londres por querer pretender conquistas que no podía conseguir.

Seis barcos, seis, era la Armada de Lezo contra más de 170 barcos ingleses (8 navíos de tres puentes, 28 de dos, 12 fragatas y 130 con tropas de desembarco).

Este hecho, uno de los más significativos de la Gloria del Imperio, sino el que más, tiene su precedente en 1739 cuando el capitán guardacostas León Fandiño capturó al inglés Jenkis haciendo lo que no debía en aguas que no eran suyas. Fandiño le cortó la oreja como advertencia y lo dejó libre con la lapidaria frase:

“Ve y dile a tu rey que lo mismo le haré si a lo mismo se atreve”.

Es así como el bravucón del almirante británico Edward Vernon en el acomodo de la city londinense, ciudad sin sol para más inri, pues el astro se ocupaba entonces de dar calidez a un mundo español, dijo que él, únicamente con seis barcos, precisamente seis, podría conquistar las Américas (al final enroló algunos más).

Y así, llegó hasta Panamá y quemó y saqueó Portobello en 1740. Bien fácil lo hizo, que en su recuerdo quedó el himno patriótico Rule Britannia. Tan henchidos estaban que vieron clara también una victoria en Cartagena de Indias, la llave del Imperio. El gozo de los británicos era la ira de Lezo que le reprochó lo sucedido en Portobello con otra de las frases que pasaron a la Historia:

“Si hubiera estado yo en Portobello, no hubiera su Merced insultado impunemente las plazas del Rey mi Señor. Porque el ánimo que faltó a los de Portobello me hubiera sobrado para contener su cobardía”.

La batalla comenzó el 13 de marzo de 1741, viernes, para más señas. Seis barcos españoles contra más de 170 ingleses (ni sobran ni faltan ceros). Los ingleses lo intentaron por mar y por tierra, una y otra vez y cada vez que lo hacían se encontraban con un hombre: Lezo.

Lezo es la única explicación de la victoria de España contra Inglaterra en Cartagena de Indias. Lezo, garantía del Imperio. Los británicos sufrieron 8000 muertos y más de 7500 heridos.

El 20 de mayo cesaron de la sinrazón de conseguir una victoria que no era para ellos y abandonaron Cartagena, quemando algunas de las naves por falta de tripulación para el regreso. Mientras tanto, el rey británico Jorge II festejaba la victoria que Vernon se apresuró en vender antes de haberla conseguido y que no consiguió, quién sabe si el festejo del que disfrutaba la corte británica iba acompañado de los acordes patrióticos de Rule Britannia, lo que sí es cierto es que acuñaron monedas conmemorativas humillando a Lezo y a España por la supuesta gran victoria que había conseguido Vernon.

La arrogancia inglesa humillada por Lezo. Tal fue la humillación, que el rey Jorge II prohibió bajo pena de muerte hablar de lo sucedido en sus dominios. Hasta el punto eso fue así que en la tumba de Vernon se puede leer:

“[…] conquistó hasta donde la fuerza naval pudo llevar la victoria”.

En el Museo Naval de Madrid, de esa humillación, de esa gran victoria española, de ese gran héroe de la Historia, se pueden ver algunas de esas monedas acuñadas por los británicos para dar testimonio de lo que una vez ocurrió y de lo que un héroe español fue capaz de hacer.

Vitrina con vitrina, un hecho de la Historia de España que no es menos que el anterior, por su transcendencia y su actual vigencia: la cédula real por la cual se decreta la creación de la bandera de España con fecha del 28 de mayo de 1785, en tiempos del rey Carlos III.

“Para evitar los inconvenientes, y perjuicios, que ha hecho ver la experiencia puede ocasionar la Bandera Nacional, de que usa mi Armada naval, y demás Embarcaciones Españolas, equivocándose a largas distancias, o con vientos calmosos, con las de otras Naciones; he resuelto, que en adelante usen mis Buques de guerra de Bandera dividida a lo largo en tres listas, de las que la alta, y la baxa sean encarnadas, y del ancho cada una de la quarta parte del total, y la de en medio amarilla, colocándose en ésta el Escudo de mis Reales Armas reducido a dos quarteles de Castilla Y León con la Corona Real encima; y el Gallardete con las mismas tres listas, y el Escudo a lo largo, sobre Quadrado amarillo en la parte superior: Y que las demás Embarcaciones usen, sin Escudo, los mismos colores, debiendo ser la lista de en medio amarilla, y del ancho de la tercera parte de la bandera, y cada una de las restantes partes dividida en dos listas iguales encarnada, y amarilla alternativamente, todo con arreglo al adjunto diseño. No podrá usarse de otros pabellones en los Mares del Norte por lo respectivo a Europa hasta el paralelo de Tenerife en el Océano, y en el Mediterráneo desde primero del año de mil setecientos ochenta y seis: en la América Septentrional desde principio de julio siguiente y en los demás Mares desde el primero del año de mil setecientos ochenta y siete. Tendréislo entendido para su cumplimiento.- Señalado de mano de S. M. en Aranjuez a veinte y ocho de mayo de mil setecientos ochenta y cinco. – A. D. Antonio Valdés. Es copia del Decreto original. Valdés”.

No era buena insignia en la mar la bandera blanca con el escudo borbónico. Era fácilmente confundible con las insignias de Francia, Dos Sicilias, los Ducados de Parma y Toscana, incluso con la inglesa (blanca con la cruz de San Jorge). Especialmente difícil de identificar con poco viento, donde los escudos se ocultaban tras los pliegues.

Al objeto de que el rey eligiese la futura bandera, se le presenta a Su Majestad, doce modelos que concurrieron en concurso para ser elegida. Pero al rey no le gustó ninguna, y a partir del modelo número uno compuso la bandera y gallardete español de guerra, descrito anteriormente en la cédula real.

Sí. Fue elegida por ser fácilmente distinguible en la mar, pero hubo más consideraciones, que si se quieren, no fueron fundamentales, pero que el rey tuvo en cuenta. Como por ejemplo la de que son colores comunes a los escudos de Castilla, León, Aragón y Navarra.

Ya en los tiempos de Carlos IV, en las Ordenanzas Generales de la Armada  Real del 8 de marzo de 1793 se amplía el uso de la bandera a las plazas marítimas y castillos y defensas de costa. El artículo I del tratado IV, título I ordena:

“La bandera será de tres listas: la de en medio amarilla, ocupando una mitad y la alta y la baja, encarnada, esto es, del cuarto de la anchura, con mis armas reales de sólo los escudos de Castilla y León con la Corona Imperial en la lista de en medio”.

En otro artículo se insiste en arbolar la bandera también en arsenales, academias y escuelas de artillería y en general, en cualquier dependencia de la Armada.

Sin embargo no fue hasta el 13 de octubre de 1843 por Real Decreto que la reina Isabel II, la declaró Bandera Nacional de España, cumpliéndose este año el 175 aniversario de nuestra bandera.

En la actual Constitución Española, en el artículo 4.1 del título preliminar dice:

“la bandera de España está formada por tres franjas horizontales: roja, amarilla, roja, siendo la amarilla de doble anchura que cada una de las rojas”.

Tres pasos más allá de esta vitrina, cuelga en la pared, de manera regia, destilando dignidad, la obra de Ferrer Dalmau, el pintor de batallas: El último combate del Glorioso.

El Glorioso fue un típico navío español de la época. Fue construido en La Habana en 1740; de 70 cañones y siguiendo el estilo de Gaztañeta. Nació con el nombre de Nuestra Señora de Belén, pero augurando su epopeya se le cambió el nombre por Glorioso.

El Glorioso, cuyo último comandante fue don Pedro Mesía de la Cerda, tenía la misión en 1747 de transportar caudales por valor de 4 millones de pesos a España.

A la altura del archipiélago portugués de las Azores, fueron avistadas las velas de un convoy británico, protegido por tres buques de la marina real británica. El jefe de esta agrupación era el almirante Crooksanks.

Crooksanks envió a su navío de 60 cañones Warwick y la fragata Lark de 40 cañones en persecución del Glorioso. La primera en llegar al encuentro del Glorioso fue la fragata inglesa, que a las pocas andanadas se retiró del combate y se hundió a las pocas horas. Llegando el turno del navío Warwick se retiró a la hora y media de haber trabado combate con el Glorioso por los daños infligidos por el español que le causaron la pérdida del palo mayor y la inutilización del mastelero de trinquete y en consecuencia se batió en retirada. Crooksanks sería cesado por el almirantazgo británico a causa de la derrota.

Después de este incidente, el Glorioso continuó con su misión: poner a salvo los 4 millones de pesos transportados desde La Habana y por fin, el 14 de agosto se avistan las costas del cabo Finisterre. Pero nuevamente, una escuadra inglesa avista al solitario navío español. Esta vez, la escuadra era comandada por el almirante Byng y estaba compuesta por el navío Oxford de 50 cañones y las fragatas Soreham y Falcon que rápidamente pusieron rumbo hacia el Glorioso.

Fue el navío inglés el primero en abrir fuego y también fue el primero en batirse en retirada. Al relevo siguieron las fragatas inglesas, pero ya era tarde, el Glorioso ya había entrado en el puerto gallego de Corcubión y puesto a salvo los caudales transportados desde América. Los comandantes de los buques ingleses siguieron el mismo sino que Crooksanks y fueron apartados del servicio.

El Glorioso, de Corcubión parte a Cádiz y el 17 de octubre dobla el cabo de San Vicente, siendo descubierto nuevamente por una escuadra inglesa, comandada otra vez por el almirante Byng, pero asegurándose esta vez de igualar las fuerzas y por eso se hizo con una escuadra de 10 barcos que enseguida largaron vela para dar caza al Glorioso.

El primero en llegar al encuentro del navío español fue la fragata King George. Con la primera andanada del Glorioso, dejó a la fragata sin palo mayor, sin dos cañones, 7 muertos y numerosos heridos. Ante este panorama enseguida se unieron al combate las fragatas Frederik, Duke y Princess Amelia.

El Glorioso empezaba ya a sufrir los efectos de tal acoso (y de los encuentros anteriores) y empezó a perder velocidad, lo que supuso el acoso del navío inglés de 50 cañones Dormouth. Pero a cada andanada del inglés, el español contestaba, hasta que al fin fue alcanzada la santabárbara del Dormouth y saltó por los aires.

La consternación inglesa fue tremenda, tal era de invencible el Glorioso de los mares.

Pero a la cacería impuesta al Glorioso, se le unió el navío inglés de tres puentes Russell, de 80 cañones, ayudado por las tres fragatas anteriores: la caza del zorro se convirtió en caza mayor.

El Glorioso ya ve su final cerca. Su casco estaba acribillado, la bodega inundada, sin munición, el aparejo destrozado y la tripulación diezmada, pero aún pudo aguantar al amanecer del día siguiente donde ya sin aire que respirar se rindió.

Hagan la cuenta de los buques necesitados para rendir al fin el navío español Glorioso. Consiguiendo los ingleses absolutamente nada: ni el tesoro puesto previamente a buen recaudo, ni el barco, que después del último combate hubo que desguazarlo.

Lezo, la soberbia inglesa puesta en ridículo, la creación de nuestra Bandera y el orgullo del Glorioso. Todas estas historias, una detrás de otra, sólo se pueden encontrar en el Museo Naval de Madrid.

Al final, sí que es cierto. La bandera de España: formada por la sangre de los valientes y por los rayos del sol.

Por la sangre de los héroes al sol del Imperio.

– Fin –

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2 Comentarios. Dejar nuevo

  • José Delgado
    27 abril, 2018 11:03

    Interesante y entretenido «paseo» por nuestra historia.
    Artículos como este deberían de aparecer más a menudo en los medios de comunicación social de ámbito nacional.
    ¡Enhorabuena!

    Responder

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