EVOLUCIÓN DE LAS MISIONES DE MANTENIMIENTO Y DE IMPOSICIÓN DE LA PAZ; OPERACIONES DE APOYO A LA PAZ; INTERVENCIÓN LEGÍTIMA DE UNA COALICIÓN.
El mantenimiento de la Paz o su imposición en un conflicto, sólo tienen sentido en el ámbito de la contención de la violencia. Es decir, evitarla, limitarla en intensidad o en el tiempo; consolidar un alto el fuego o crear un espacio de reconstrucción.
Los principios originales en los que se fundamenta la cooperación en el mantenimiento de la Paz son:
- Consentimiento de las partes en conflicto.
- Renuncia al uso de la fuerza, excepto en defensa propia.
- Neutralidad política.
- Imparcialidad.
- Legitimidad.
Sin embargo, las operaciones de mantenimiento de la Paz, evolucionan, poniendo incluso en cuestión algunos de estos puntos originales.
Las matanzas que tuvieron lugar en Ruanda, Somalia y las matanzas de Srebrenica cuestionaron y mucho el papel de la neutralidad que se le impuso a los cascos azules de la ONU allí presentes. No sólo eso, sino la propia evolución natural del término neutralidad. Ser neutral hoy no es igual que serlo en el siglo XX o durante la Segunda Guerra Mundial, por ejemplo. La neutralidad ha dejado de ser un sinónimo burdo de pasividad ante un conflicto ajeno sin tomar partido por nada ni por nadie. Esta pasividad llevaba implícito no distinguir o no querer distinguir entre víctimas y agresores. Ahora ser neutral involucra garantías de una reacción justa ante un conflicto. Busca ecuanimidad, teniendo en cuenta las realidades sociales, económicas y culturales que rodean al conflicto violento.
En función de la evolución de los conflictos y sus singularidades, el aspecto ético y moral del asunto, nos hace plantear hasta qué punto un actor ajeno al conflicto debe intervenir en el mismo para la resolución del conflicto y qué tipo de intereses le mueven a ello.
Para desarrollar las intervenciones en materia de imposición o mantenimiento de la Paz en un conflicto, teniendo en cuenta la evolución y dinamismo del mismo, es necesario ampliar el espectro de actuación en lo que se refiere a las operaciones de mantenimiento de la Paz. Los ingleses hablan en este sentido de Operaciones de apoyo a la Paz.
“Una operación que hace un uso imparcial de los medios diplomáticos, civiles y militares, por lo general, para lograr los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas, con objeto de restablecer o mantener la Paz. Esta clase de operaciones puede incluir la prevención de conflictos, el establecimiento de la paz, la imposición de la paz, el mantenimiento de la paz, la construcción de la paz y/o las operaciones humanitarias”. (RU, Ministerio de Defensa, 2004).
Esto significa, entre otras cosas, difuminar el campo de batalla y los enemigos. Las operaciones de apoyo a la paz busca no hacer distinciones entre operaciones de combate de las que propiamente no lo son. Tampoco diferencia entre las intervenciones militares durante un conflicto y las que se dan inmediatamente antes o después del mismo. Es decir, las operaciones para la ayuda a la paz no están limitadas en el tiempo ni circunscritas al hecho en sí del conflicto. En definitiva, hay que estar alerta a lo largo de todo el espectro de tensión.
Los enemigos de la paz ahora se multiplican. No es únicamente el adversario propiamente dicho. Son los rebeldes, los señores de la guerra, facciones armadas, integrantes del crimen organizado, saboteadores, incluso población civil violenta,… y hay que coordinar, combinar y también simultanear las habilidades militares, negociadoras, de mediación y el uso de la diplomacia, entre otros muchos aspectos.
El objetivo buscado es crear operaciones de mantenimiento de la paz lo suficientemente flexibles para que puedan actuar ante las situaciones cambiantes de un conflicto (sin caer en el error de querer hacer de este tipo de misiones un cajón de sastre donde hay que solucionar todo aquello que no funciona).
Esto se traduce en la mayoría de los casos en fuerzas más grandes, mejor equipadas, mayor presupuesto y con un poder de combate y de disuasión mayor, y todo esto no siempre gusta.
Ninguna fuerza, por muy de Naciones Unidas que sea puede intervenir en un país ajeno al de la coalición creyéndose estar por encima de la ley, o creerse ellos mismos ser la ley, como tampoco se llegará al éxito de la misión si no tiene en cuenta las tradiciones culturales y las costumbres sociales de allí a donde van, gusten más o menos o directamente no gusten. El éxito de este tipo de misiones no se consigue si no se cuenta con el apoyo de la población local.
En esta simultaneidad en la evolución de las operaciones de paz se tiende a una mayor solidez militar combinando normas internacionales cosmopolitas.
Esto lo que quiere decir es que los militares sean y se ocupen del aspecto verdaderamente militar y a medida que se avanza en las labores de la construcción de la paz vayan tomando más protagonismo el resto de estamentos sociales que deberían estar involucrados, desde ONG’S, líderes locales, diplomáticos, poderes económicos, élites sociales, empresarios locales,… buscando en las operaciones para la paz un marco de actuación más amplio y centrándose en la seguridad humana más que en una seguridad estatal.
Al difuminar el campo de batalla y también la figura de enemigo para poder abarcar las operaciones de ayuda a la paz a todo el espectro de tensión en un conflicto, no significa que se pueda cumplir con el mandato de garantizar la seguridad de un territorio, no resuelve los abusos de rebeldes, señores de la guerra, civiles violentos,… No se evitan las violaciones como instrumento de guerra, ni las limpiezas étnicas. Tampoco la destrucción del suelo o las cosechas ni garantiza el fin de los asesinatos indiscriminados. Por eso la inclusión en las operaciones de ayuda a la paz de la seguridad humana, de la seguridad para las personas es esencial.
Pero el inicio de una intervención de estas características sigue siendo controvertida. Intervenir bajo la justificación del deber de proteger, no siempre guarda intereses legítimos y casi siempre existen intereses de parte, aunque exista una legitimidad de las Naciones Unidas. Y lo contrario también. Un Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas con capacidad de veto entre países tan dispares como EE.UU, China o Rusia, hace que sean necesarias operaciones de mantenimiento de la paz que luego no resultan por la capacidad de veto de alguno de ellos.
Por lo que ¿Hasta qué punto la legitimidad de las acciones de apoyo a la paz tienen que surgir de la ONU?¿Puede una amplia mayoría de países cualificados decidir si es pertinente este tipo de intervenciones? Son preguntas difíciles, sin duda, pero que en algún momento hay que abordar.
Hoy en día, no creo que se pueda hablar de éxito en la ejecución y culminación de este tipo de misiones. Ni siquiera de éxito en proponer iniciativas de este tipo de misiones. Las misiones de mantenimiento de la paz fueron inexistentes en las revueltas árabes del norte de África, de la mal llamada Primavera Árabe. La imposibilidad de intervención humanitaria en Siria constata este fracaso de estas misiones y de la ONU, o tan siquiera plantearse algo o un mínimo de entendimiento o de querer informar de lo que ocurre en Sudán del Sur. Una misión de apoyo a la paz en esta región es hoy impensable. Tampoco se ven iniciativas consistentes en este aspecto con lo que ocurre y ocurrirá en el Sahel, a propósito además del cambio climático y los fenómenos migratorios que ocurrirán y que ya están ocurriendo en esta zona.
¿Intervenir o no intervenir? Sin duda las misiones de mantenimiento de la paz, de una manera más indeterminada las operaciones de apoyo a la paz, necesitan de nuevas iniciativas y de una nueva reflexión para garantizar su éxito en este siglo XXI, porque hoy no lo hacen.