EL FINAL DE LOS HÉROES (I)

ANTECEDENTES, HECHOS Y COYUNTURAS DEL SIGLO XVIII QUE HICIERON INEVITABLE LA BATALLA DE TRAFALGAR, EL SOMETIMIENTO FRANCÉS Y LA DERROTA DE ESPAÑA.

El 21 de octubre de 1805 nace y muere un nuevo día. Es la verdadera fecha de la culminación de un intenso y convulso siglo XVIII, preludio de un nuevo orden mundial en donde nuevos países darán sus primeros pasos, nuevos imperios verán su estrella apagarse; la confirmación de un nuevo e indiscutible dueño de los mares y el viejo imperio español, cansado y enfermo, verá la desaparición de su armada o lo que es lo mismo de su imperio en manos de su eterno enemigo, la desidia de sus gobernantes. En menos de cien años, la amargura de tal recuerdo, no hará más que acrecentar una angustia en el devenir de un pueblo que concluirá irremediablemente con el desastre de las ruinas de un imperio que se apaga.

El nacimiento de un nuevo imperio en América, se gesta paradójicamente en el viejo continente cuando la Guerra de los Siete Años (1756) enfrenta al imperio austriaco contra Prusia por el dominio de Silesia (actualmente perteneciente a Polonia) y es entonces cuando los mecanismos de las alianzas en Europa se ponen en marcha enfrentando, como es de esperar, a España y Francia contra Gran Bretaña. Silesia se convierte en la excusa perfecta para enfrentar a franceses y británicos por las posesiones coloniales en la India y América, mientras que para España no es más que la oficialización de las continuas agresiones perpetradas por Inglaterra contra las posesiones españolas en ultramar y que se venían produciendo de manera sistemática desde 1739 con la famosa “Guerra de la Oreja de Jenkis” como ejemplo de la permanente ofensa.

En 1763 se pone fin a la guerra. España y Francia son las grandes derrotadas cediendo parte de sus colonias y territorios a los vencedores. Gran Bretaña, como es natural, se lleva la mejor parte, La Florida (por parte de España) y la mayor parte de las islas de las Antillas (de Francia) entre otros territorios, mientras que Silesia seguirá siendo de Prusia.

La victoria de Gran Bretaña en la guerra de los Siete Años le supuso vaciar sus arcas. El objetivo del gobierno británico era llenarlas de nuevo lo más rápido posible. ¿Cómo? Subiendo los impuestos y explotando más, si cabe, a sus colonias donde enseguida se manifiesta un descontento al alza. En 1773, Gran Bretaña grava la importación de té a las colonias en favor de la Compañía Británica de las Indias Orientales. La reacción de los colonos fue tirar el cargamento de té al mar y boicotear a la compañía con la compra de té a los Países Bajos. El 4 de julio de 1776 las trece colonias declaran su independencia.

Una nueva guerra enfrenta a las potencias. Con este panorama, España decide apoyar a los colonos americanos. Los objetivos iniciales que perseguía España eran, conseguir la expulsión de los británicos del golfo de México, como también de las orillas del Misisipi y conseguir la exclusividad en América Central. En 1778, Francia y España declaran la guerra a Reino Unido.

En 1783, Gran Bretaña se verá obligada a reconocer la independencia de las colonias y España recuperará Florida.

A pesar de la independencia de las colonias británicas en América y su proximidad en el tiempo, en 1794 se firma un acuerdo secreto entre EE.UU y Gran Bretaña, el Tratado de Jay, que contraerá una década de próspero comercio con un claro interés de evitar una nueva contienda entre ellos. Tratado que deja en segundo plano el conseguido por Godoy un año después, el Tratado de San Lorenzo, un tratado de amistad y no una alianza contra Inglaterra como se pretendía.

Sin pretensiones en Europa, más allá de conservar Gibraltar y con la reciente independencia de sus colonias en América, Reino Unido centra su máximo interés en los territorios españoles en América una vez más.

Mientras un nuevo país comenzaba a caminar solo, en Europa se siguen sucediendo los acontecimientos. La alianza de España y Francia a lo largo del siglo XVIII tiene un nombre, Pactos de Familia. Su origen, La Guerra de Sucesión al trono del reino de España. Europa se divide entre los que apoyan a Felipe V de Borbón (Francia) y el Archiduque Carlos de Austria (Inglaterra, Países Bajos y Austria).

Tras las sucesivas victorias de Felipe V y la corona del imperio austriaco en manos del archiduque Carlos tras la muerte del emperador Leopoldo, nadie cuestiona ya a Felipe V como rey de España y se firma el tratado de Utrecht (1715) en donde una vez más Inglaterra sale beneficiada, con nuevos territorios (Gibraltar entre otros), nuevos tratados económicos y comerciales (por primera vez se permite el comercio con América a una potencia extranjera) y consigue también la imposibilidad de la unión de las coronas de España y Francia en una.

España sufrirá diferentes suertes con el cumplimiento de dichos pactos, beneficiándose en algunos casos y sacrificándose en la mayoría de ellos. Aunque sobre el papel eran acuerdos de ayuda mutua frente a un enemigo común: Gran Bretaña, lo cierto es que España no pudo o no supo no doblegarse a los requerimientos de Francia.

El primer Pacto de Familia tuvo lugar en 1733 entre Felipe V y Luis XV para hacer frente común en la Guerra de Sucesión de Polonia. España consigue de este modo recuperar Sicilia y Nápoles.

El segundo Pacto de Familia tiene lugar en el ámbito de la Guerra de Sucesión de Austria en 1743, sin embargo, tras la muerte de Felipe V, Fernando VI, quien le sucede al trono, pone fin al pacto y se mantiene neutral con Gran Bretaña y Francia. De esta forma consigue aumentar la flota de España, adquirir Milán, el ducado de Parma entre otros territorios y cierta prosperidad para el reino.

“Quien ataca a una corona, ataca a la otra. Cada una de las coronas mirará como propios los intereses de la otra”. Con esta premisa se firma el Tercer Pacto de familia, ya con Carlos III en el trono de España. El contexto del pacto, la Guerra de los Siete Años y la pérdida de las colonias británicas en América ya mencionadas.

La Revolución Francesa de julio de 1789 pone fin a los Pactos de Familia y en general todas las monarquías reinantes rompen relaciones con la Francia revolucionaria aliándose entre ellas para combatir a la Francia rebelde. La victoria de la liga monárquica no llega y se firma la Paz de Basilea en 1795 y un año más tarde se firma el segundo Tratado de San Ildefonso entre Godoy y el nuevo directorio francés a semejanza de los pactos de familia, en donde se acuerda el socorro mutuo ante una agresión de Gran Bretaña.

La guerra, nadie la cuestiona ya. Las disputas durante todo el siglo XVIII de España con Austria por el control de Italia, los ataques constantes del Reino Unido sin importar los tiempos de paz o el empeño de la palabra dada en un sinfín de acuerdos. El tratado de Jay entre estadounidenses y británicos proporcionando prosperidad a los británicos. El enfrentamiento de España contra la Francia revolucionaria provocando la quiebra del ejército y la armada en peligro de extinción por la falta de atención de sus gobernantes… Todo ello hace que España agonice mientras un ejército imperial francés atraviesa los Pirineos con la excusa de invadir Portugal. La deshonra llega a España con la actitud pusilánime de su gobierno. La alianza con Francia no fue una opción, fue una falta de opciones.

Preludio de la Batalla de Trafalgar fue la Batalla del Cabo San Vicente, enfrentamiento que tuvo lugar en estas aguas en 1797 entre españoles y británicos.

La escuadra española estaba formada por 27 navíos de línea y 11 fragatas principalmente que se guarecían en Cartagena al mando del Teniente General don José de Córdova. Entre los buques que conformaban la escuadra uno destacaba por su enormidad ante el mundo, el navío de cuatro puentes construido en la Habana Santísima Trinidad.

John Jervis estaba al mando de la escuadra británica con un total de 15 navíos de línea, 4 fragatas y otras embarcaciones menores.

Previamente al encuentro en aguas portuguesas del cabo de San Vicente, la escuadra de Jervis se encontraba huyendo del Mediterráneo hacia el Atlántico, su objetivo era no ser descubierto por españoles ni franceses, al tiempo, José de Córdova se encontraba mendigando todo tipo de reparaciones, repuestos y una puesta a punto para sus navíos. Hombres y puesta a punto que nunca llegarían. Godoy supo de la escuadra de Jervis en la zona y viendo una victoria fácil apremió a Córdova para que partiese sin demora en su busca desoyendo los problemas y deficiencias de la escuadra.

Siguiendo órdenes, Córdova partió de Cartagena con destino Cádiz, pero el mal tiempo hizo que se recogiera en aguas del cabo de San Vicente. Jervis merodeaba por la zona y a su escuadra del Mediterráneo se le habían unido seis navíos más dando el total de 15 navíos de línea. John Jervis sí sabía de los movimientos de los españoles, Nelson reunido con Jervis, le había puesto sobre aviso y viendo el estado en el que se encontraba la flota recomendó atacar pese a la inferioridad numérica.

La mañana del 14 de febrero por fin se vieron las caras británicos y españoles. La escuadra española navegaba dispersa sin mantener una formación de combate. La bruma enseguida desfiguró el horizonte mientras que José de Córdova ordenaba desde el Santísima Trinidad una formación a tres columnas, algo casi imposible debido al poco viento reinante, al desorden en la escuadra y a lo tarde que se dio la orden. En seguida las velas británicas rompieron la niebla en formación de dos columnas avanzando impasibles hacia el combate.

Avistada la flota británica por entero, el almirante Córdova hizo señales para formar una línea de combate con la que cañonear a los ingleses. Ya era tarde. El desorden era tal, que sólo dio tiempo a más desorden. Pero el error de Córdova que daría la victoria a los ingleses sería el de dar la orden de virar sobre sí mismo a todas sus unidades. La teoría consistía en cerrar huecos entre columnas, pero la espesa niebla que había entonces hizo que el grupo de vanguardia no viese las señales de la nave capitana y mantuvo su rumbo inicial un tiempo después, acrecentando el hueco más aún.

Los británicos se cuelan y toman rumbo directo al grupo principal de la escuadra. A las 11 de la mañana la totalidad de la flota británica abre fuego contra el grupo principal de la escuadra española. Los 15 navíos de línea de Jervis contra los 6 de Córdova. Las tornas habían cambiado y la inferioridad numérica era ahora española. Soberano, Salvador, San José, San Nicolás, San Isidoro y el Santísima Trinidad sostuvieron con valor el grueso de la batalla.

El desorden en la escuadra española se evidenció cuando el San Nicolás embistió al navío San José teniendo que detener el fuego. Nelson abordó al San Nicolás por la popa con hachas y sables acabando con el comandante y con toda la tripulación. El Santísima Trinidad se batió durante más de cinco horas seguidas con un navío de tres puentes y tres barcos más de 74 cañones cada uno simultáneamente. El Trinidad aguantó una hora más la agonía. Por entonces ya había en cubierta más de 200 muertos y ni un sólo mástil en pie. José de Córdova reunió entonces a lo que quedaba de la oficialidad y se acordó rendir el navío. A punto de comunicar su rendición a los ingleses aparecieron de la nada los navíos que antes de la batalla formaron aquel grupo de vanguardia que no pudo unirse al combate. El navío San Pablo y Don Pelayo entraron en el combate para ayudar al Trinidad y a continuación se fueron uniendo el resto de buques que habían formado la vanguardia del grupo. Siendo ahora superiores en número, los ingleses no lo dudaron y salieron huyendo.

Cuatro naves apresadas, otras cuatro seriamente dañados y 1281 españoles derramaron su sangre en la batalla. Fue una derrota estrepitosa para la Armada española. Tal fue la obscena derrota que se formó un consejo de guerra a don José de Córdova degradándole por falta de arrojo, pues la realidad podría haber sido bien distinta si hubiese combatido con más decisión al inglés y si después del socorro del grupo de vanguardia hubiese perseguido a los ingleses que huían, pues si los siete principales navíos de Córdova habían sufrido daños considerables el resto de la escuadra estaba intacta por no haber combatido, mientras que la mayoría de los navíos británicos estaban seriamente dañados y sin munición. Perseguirlos hubiese significado como mínimo que abandonasen los barcos apresados e incluso apresar algún navío inglés. Fue una derrota humillante.

Este es el panorama en los alrededores del 1800. Ahora toca saber el estado de la Armada, sus hombres y las últimas escaramuzas hasta llegar a ver la muerte en Trafalgar.

Continuará…

– Fin –

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6 Comentarios. Dejar nuevo

  • Muy bueno. Interesante saber los antecedentes para comprender mejor lo que significó la Batalla de Trafalgar. Con ganas de leer la segunda parte principalmente por lo que apuntas del estado de la armada y sus hombres.

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    • Gracias Corbián!!
      En la segunda parte abordaremos el estado de la armada, las escaramuzas y últimos combates antes de la batalla, también la relación con los francese, pero poco a poco.
      Un abrazo!!

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  • Salvando las diferencias, podríamos ver en los preludios de la catástrofe historica a de Trafalfar, analogías con nuestra historia reciente.
    Ganas de leer la segunda parte y de que la historia, por una vez, no se repita.

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    • El próximo domingo la segunda parte Pablo. Lamentablemente la Historia es la que es, y hoy por hoy no parece, y estoy generalizando, que la sociedad y nuestros gobernantes quieran aprender de los errores del pasado ni quieran tampoco glorificar nuestros logros y a nuestros héroes del pasado.

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  • Gustavo Ferré
    17 mayo, 2018 13:20

    Si alguien quiere ampliar sobre San Vicente, en Todo a babor hay un estupendo artículo: https://www.todoababor.es/articulos/sanvicente.htm

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    • Un artículo muy interesante y estupenda página todo a babor!!
      Gracias Gustavo!!
      Te animo a que sigas leyendo nuestra segunda y tercera parte de El final de los héroes.

      Un saludo.

      Responder

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