La defensa es uno de los servicios que el Estado proporciona a sus ciudadanos. Hoy en día, el término defensa, normalmente asociado a la prevención y gestión de agresiones armadas por parte de otros países o entidades no estatales, se engloba en el concepto más amplio de seguridad. La seguridad se ocupa no solo de las posibles agresiones armadas, sino también de amenazas y riesgos naturales, medioambientales, tecnológicos o económicos, entre otros. En resumidas cuentas, la seguridad trata de mantener la normalidad de la vida ciudadana, de garantizar la supervivencia y correcto funcionamiento de las instituciones estatales y de preservar los valores y el sistema político y legal del que cada sociedad democrática se ha dotado.
En general, la seguridad presenta un mayor grado de consenso en la ciudadanía que la defensa. Resulta fácil justificar las acciones encaminadas a prevenir, gestionar y paliar las consecuencias negativas de desastres de origen natural o humano, que periódicamente sacuden a cualquier sociedad en el mundo. La defensa, sin embargo, implica utilizar la fuerza, o prepararse para utilizarla, contra otros seres humanos, con consecuencias que con frecuencia pueden terminar en muertes o heridas graves. En la Europa surgida de las grandes catástrofes que supusieron ambas guerras mundiales, existe un sentimiento de rechazo hacia el uso de la violencia armada que resulta comprensible. No obstante, de manera periódica surge también la evidencia de que nuestro rechazo hacia el uso de la fuerza armada no implica el de otros a utilizarla contra nosotros, y que eso requiere unos mecanismos de defensa razonablemente eficaces.
Nuestro rechazo hacia el uso de la fuerza armada no implica el de otros a utilizarla contra nosotros.
La actitud de la opinión pública española hacia la defensa ha seguido normalmente las pautas europeas, aunque con algunas peculiaridades propias, que han hecho que las dudas en España sobre esa cuestión sean mayores que en la mayoría de sus vecinos.
Tradicionalmente, se señalan dos razones para esta peculiaridad nacional. La primera es el intervencionismo militar en política que se convirtió en un auténtico problema de Estado en la España de los siglos XIX y XX, afectando considerablemente a la imagen de las Fuerzas Armadas. La segunda es la posición de relativo aislamiento en el que España vivió durante parte del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX. Nuestro país se mantuvo neutral en ambas guerras mundiales y la experiencia bélica reciente más traumática fue una devastadora guerra civil. La explosión de patriotismo que provocaron las grandes guerras europeas no se produjo en España, que si sufrió las divisiones internas consecuencia lógica de una confrontación civil. Eso produjo un cierto sentimiento de que la inversión en defensa podía contribuir más a enfrentar a los ciudadanos entre sí que a defenderlos de una amenaza exterior.
Esas percepciones sobre la defensa que diferenciaron a España de Europa se han mitigado considerablemente en las últimas décadas. De hecho, podría afirmarse que la actitud actual de la ciudadanía española respecto a la defensa no varía sustancialmente respecto a lo que es común en el resto del continente europeo. Incluso, en algunos aspectos, existe una visión más positiva que la media europea. Aunque el tradicional escepticismo y precaución española ante la defensa puede todavía percibirse en algunos grupos de población, su influencia es cada vez más reducida.
Las razones para este cambio son varias. La democratización de la sociedad española y la transformación que han sufrido las Fuerzas Armadas en los últimos cuarenta años han eliminado el famoso “problema militar” de siglos anteriores, reduciéndolo a un simple recuerdo histórico. La integración de España en la OTAN y en la Unión Europea ha alineado cada vez más a nuestro país con las preocupaciones de sus vecinos europeos en cuestiones relacionadas con la seguridad y la defensa. Además, la importancia de la defensa ha ido ganando fuerza en la conciencia del ciudadano español, alimentada por la brillante actuación de las Fuerzas Armadas tanto en operaciones de paz y estabilización en el exterior, como en el apoyo a autoridades civiles en el interior en casos de catástrofe. Asimismo, el enrarecimiento de la situación internacional de seguridad, con un progresivo distanciamiento entre las grandes potencias, la aparición de múltiples conflictos en la periferia europea y el colofón final de la guerra en Ucrania, han contribuido a que los ciudadanos sean cada vez más conscientes de la importancia de mantener unos instrumentos defensivos apropiados.
El caso es que la percepción de los ciudadanos sobre la defensa en general, y sus Fuerzas Armadas en particular, ha variado de manera lenta pero continua en las últimas décadas y eso es algo que puede comprobarse en las encuestas periódicas que se realizan sobre el tema. Hasta 2017, el Centro de Investigaciones Sociológicas realizaba una encuesta bianual sobre defensa y Fuerzas Armadas. Posteriormente, el Ministerio de Defensa ha encargado estudios sociológicos en diversas ocasiones, aparte de las encuestas sobre cuestiones de defensa que esporádicamente realizan los medios de comunicación.
El caso es que la percepción de los ciudadanos sobre la defensa en general, y sus Fuerzas Armadas en particular, ha variado de manera lenta pero continua en las últimas décadas.
Los resultados de estos estudios de opinión han ido evolucionando de manera lenta pero inequívoca hacia una mayor valoración de la defensa y las Fuerzas Armadas. Por ejemplo, en la encuesta que el CIS realizó en 1999, un 43,1% de los encuestados tenían una opinión regular, mala o muy mala de sus Fuerzas Armadas. Un porcentaje que descendió al 29,3 % en la encuesta que el mismo centro realizó en 2017. El porcentaje de quienes tenían una opinión buena o muy buena pasó de un 51,1 % a un 65%. En los barómetros del CIS, las Fuerzas Armadas se han mantenido en la última década en los puestos de cabeza de las instituciones más valoradas en España, junto a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad y, durante la pandemia de COVID 19, el sistema sanitario. En ocasiones, han llegado a situarse como la institución más valorada.
Esta tendencia positiva es menos acentuada en lo que se refiere a la actitud hacia el gasto en defensa. En la encuesta del CIS de 1999 un 23,2% de los encuestados consideraban el gasto en defensa excesivo, un 31,6% adecuado y un 9,6% insuficiente. En 2017, todavía un 22,6% de los encuestados lo consideraban excesivo, un 25,4% adecuado y un 17,7% insuficiente. Encuestas posteriores (2019) encargadas por el Ministerio de Defensa a la empresa Sociométrica muestran un panorama similar, con un 39,4% de los encuestados considerando el gasto en defensa elevado o muy elevado, un 22,2% equilibrado y un 21,5% escaso o muy insuficiente.
Es de destacar el gran número de respuestas “no sabe/no contesta” a esta pregunta (35,3% en 1999 y 33,8% en 2017 en las encuestas del CIS y 16,9% en la encuesta de Sociométrica de 2019), lo que demuestra una de los grandes problemas de la cultura y conciencia de defensa en España: el desconocimiento. La experiencia de los que trabajamos en cultura de defensa apunta a que ese desconocimiento, fruto de un desinterés tradicional, es probablemente el mayor problema pendiente. Un problema que se ha acentuado además con la suspensión del servicio militar obligatorio, que ha dejado a la gran mayoría de los ciudadanos sin contacto con sus Fuerzas Armadas. Esta no es una tendencia exclusiva de España. La generalización de los ejércitos profesionales ha provocado la misma preocupación por la falta de relación entre ciudadanos y Fuerzas Armadas en países que tradicionalmente valoran muy positivamente a sus instituciones militares, como Francia o Estados Unidos.
En definitiva, la actitud de los ciudadanos españoles hacia la seguridad y la defensa se ha ido normalizando progresivamente a lo largo de las últimas décadas. Aunque España todavía mantiene algunas peculiaridades en cuanto a la visión que sus ciudadanos tienen sobre defensa y Fuerzas Armadas, éstas entran casi siempre dentro de actitudes habituales en otras democracias europeas. El gran reto de la cultura de defensa hoy en día es en gran medida informar, ya que muchos ciudadanos tienen un conocimiento muy limitado de cómo se organiza en España la seguridad y la defensa y qué misiones cumplen las Fuerzas Armadas.
El contacto con personal militar en actividades públicas (puertas abiertas, ceremonias, exhibiciones, etc) es también importante y contribuye a que el ciudadano sienta a sus ejércitos como algo propio. La mayor parte de las actividades cotidianas de las Fuerzas Armadas se realizan en entornos fuera del alcance de los ciudadanos (acuartelamientos y campos de maniobras, en la mar, el espacio aéreo o en despliegues fuera del territorio nacional) y es necesario que, de vez en cuando, se produzca un contacto que resulta esencial para unos y otros. Para los miembros de las Fuerzas Armadas porque necesitan sentir el apoyo de su población, y para la sociedad civil porque necesita comprobar que existe un colectivo de hombres y mujeres de uniforme entregados a su servicio. En caso de crisis, y todavía más si llega a producirse un conflicto armado, la cohesión entre los ciudadanos y sus instituciones, incluyendo a sus Fuerzas Armadas, resultará fundamental para salir airosos de esa dura prueba.