EL FINAL DE LOS HÉROES (II)

ESTADO DE LA ARMADA, MÁS HECHOS Y COYUNTURAS DEL SIGLO XVIII QUE HICERON INEVITABLE LA BATALLA DE TRAFALGAR Y RELACIONES CON BRITÁNICOS Y FRANCESES.

La decadencia de la Armada y su mal endémico no fue tal un puñado de años atrás de ese fatídico 1805 y vivió un sueño dorado durante el siglo XVIII, siglo de la Ilustración.

En 1717 se crea la Academia de Guardias Marinas en Cádiz impulsada por José Patiño. Se crea el Cuerpo de Ministerio (destinos en tierra e intendentes principalmente) y siguiendo con las transformaciones en 1722 se crea el cuerpo de ingenieros a quien se le encomienda toda la parte técnica, astilleros, diseño, construcción… que hasta entonces era un totum revolutum entre los diferentes cuerpos del estado, marina, ejército, etc…

El gran desarrollo de la marina en este siglo tiene tres nombres propios. José Patiño, Intendente General de Marina, fue quien abrió camino a la modernidad, siguiéndole en las innovaciones el Marqués de la Ensenada. El impulso dado en esta época a los avances científicos y técnicos se pone de manifiesto en la mejora notable del mantenimiento de los buques y diferentes unidades, aumentando la vida media de los navíos de 12 a 22 años. Para ello se modernizaron astilleros, se crearon diques de carena en seco, y se crearon los arsenales de la Carraca, Cartagena y Ferrol. El ámbito científico tiene su culminación con la expedición de Malaspina en 1789.

El periodo de 1779 a 1792 es la época dorada de la Armada con un presupuesto de 128 millones de reales y con una construcción de navíos igual o superior a la de ingleses y franceses. En esta época de esplendor naval, añadimos el hecho de la creación de la bandera de España en 1785 finalizando el reinado de Carlos III y utilizada por la marina donde resulta decisiva por las circunstancias del momento:

“Las guerras acaecidas en este tiempo dieron a conocer las dificultades que tenía un distintivo que sólo se diferenciaba según los cuarteles de los de Francia, Nápoles, Toscana y Parma y otros estados regidos por la casa de Borbón”.

Como colofón a todas estas novedades durante el siglo XVIII, se concluyen en 1793 las nuevas Ordenanzas de la Armada de manos de José de Mazarredo, tercer nombre propio capaz de proseguir las reformas iniciadas por José Patiño.

Mazarredo vivió lo mejor de la Armada y también su ocaso. Fue un líder que se hizo respetar y querer por sus subordinados y fue a su vez un subordinado incómodo para sus superiores, especialmente para Varela y Godoy, pues no quiso mirar para otro lado cuando ejerciendo el mando de escuadras comprobaba que no se atendían debidamente las necesidades mínimas de los buques y que de manera respetuosa pero firme e insistente, exponía al ministro informando de la verdadera situación de la flota española solicitando al tiempo su remedio.

Así como brillante fue en sus destinos, nefasto fue para la Armada sus ausencias, primero en San Vicente y después en Trafalgar.

Mazarredo entendía un enfrentamiento contra Inglaterra de la siguiente manera.

  • La marina inglesa, sola, es superior a cualquier armada de Europa y puede perseguir a cualquiera en cualquier parte.
  • La de España y Francia son mucho menos del tercio de la inglesa, el tercio rigurosamente, si sólo se consideran los navíos armables, pero mucho menos del tercio si se cuentan con fragatas y demás unidades necesarias en el ámbito de una guerra.
  • Los ejércitos de tierra se reemplazan con levas de hombres y con dinero. No así la Armada, que destruida no se puede levantar durante la guerra.
  • El gasto será tanto o más cuanto más lejos sea la activación de la Armada.
  • Las marinas de España y Francia en su inferioridad no pueden conseguir nada que no sea por sorpresa.
  • Las escuadras y navíos de guerra que se usen para transporte y tropas deben ser escuadras y navíos que puedan medirse de igual a igual con otros navíos y escuadras (algo que Napoleón no entendía).

Pero todo lo bueno se acaba. En el periodo de 1792-1802 la asignación económica para la Armada era de 160 millones de reales, casi en su totalidad destinados a pagar jornales y sueldos impagados. La decadencia es patente con un déficit de 11000 hombres (principalmente a causa de la fiebre amarilla que se cebó en Andalucía), sin pertrechos y arsenales vacíos y la macrocefalia, mal endémico en la marina y ejército que ya hacía estragos por entonces con 1470 oficiales para 91 buques armados en 1802.

La cruda realidad del estado de las tripulaciones se pone de manifiesto en una carta con instrucciones militares referida al comandante del Glorioso por parte del teniente general Álava, jefe de la escuadra en Cádiz:

“El estado actual de insuficiencia general en que se hallan las tripulaciones, al paso que pide mucha constancia en los ejercicios, exige también cierta consideración para no empeñarse en acción sin decidida superioridad sobre el enemigo”.

A lo que el comandante del Glorioso responde:

“[…] Me han informado de su poca o ninguna instrucción en el manejo del cañón, fusil y pistola […] De las revistas pasadas a la tripulación y según los partes que han dado los oficiales […] resulta que la mitad de la tripulación se halla desnuda, muchos materialmente sin camisa.”

Álava, al ver el estado del personal puso en conocimiento al príncipe de la paz.

“[…] En unos pocos diez años los ingleses no dejaron de formarse en la mar y nuestros avances al respecto habían sido pocos o ninguno, que era imposible ganarles sin una proporción de medios y fuerzas adecuado pero que aún así estará siempre dispuesto a sacrificarse por España y el rey cuando sea menester”.

La respuesta de Godoy:

“Sé muy bien cual es el estado de nuestra marina pero confío en sus jefes”.

Pero el mejor resumen de las deficiencias en la Armada lo promulga en 1801 José de Mazarredo por carta a S.M. el Rey.

“[…] La regeneración de hombres de mar en las costas es la primera obra grande necesaria para la Marina […] A la par de la decadencia del cuerpo de oficiales de la Armada, de las tropas de infantería y de artillería, la de pilotos, la de maestranza, el gobierno de cada una de estas cosas, los transportes de cuanto se emplean en los arsenales, la economía de éstos, todo pide las más serias y prontas tareas […] En una palabra señor, V. M tiene que casi rehacer la Marina al compás mismo en que se quiera darle la fuerza de que la necesita su vasta monarquía”.

¿Por qué este giro a la decadencia? Por el abandono de la política atlántica, subordinación de la flota a los problemas europeos como excusa a reforzar la alianza con Francia en contra de Inglaterra y dejando de atender las necesidades propias de España en beneficio de Francia.

La paz de Amiens del 1 de octubre de 1801 en ambiente secreto entre franceses y británicos, cediendo Francia la isla española de Trinidad a los ingleses crea un clima de tensión entre el gobierno español y el francés que ya nunca se rebajaría como demuestra la carta escrita por el ministro de Estado español al embajador de Francia.

“La Marina de España, decía, fue armada, mantenida, aumentada y puesta, por decirlo así, a disposición de la Francia en fuerza superior a la que precisaban los tratados […] Puso a las costas de Francia al abrigo de todo ataque, por más que España quedose sin medios de resistir a las tentativas de Inglaterra […] Tantos sacrificios hechos por España, tal constancia, lealtad y fineza en el sistema de su alianza con Francia ¿Han podido ser olvidados por la Francia en el crítico momento de acreditar su gratitud a la España?¿Es posible que cuando toda Europa está asombrada de la lealtad incomparable del gobierno español, haya de ver tal olvido de sus intereses por parte de su aliado?

Si el estado del ejército era malo, el de la marina de quiebra y las tensiones con Francia iban en aumento, mucho peores eran las relaciones con Reino Unido. Durante todo el año 1804 las hostilidades de los ingleses fueron constantes. El bergantín inglés Washington se batió con la goleta de guerra española Extremadura; se bloquea el puerto de El Ferrol; el ministro británico Pitt da órdenes precisas de no dejar entrar ni salir a ningún barco español de ningún puerto español y de apresar cualquier navío que se encontrase navegando, especialmente si son portadores de caudales provenientes de América. Se llega a exigir el desarme de la flota y fuertes como garantía de la neutralidad de España. El año anterior, 1803, el bergantín correo de guerra Esperanza es abordado por un corsario inglés valiéndose de mentiras y falsedades al hacer creer al comandante del bergantín que Inglaterra y España estaban en guerra cuando no era así. También en 1803 fue heroica la acción bélica de la corbeta de guerra Urquijo de 18 cañones, destinada a transportar correspondencia con Sudamérica, contra la fragata inglesa Eolo de 44.

El combate del Cabo de Santa María que tuvo lugar entre fragatas inglesas y españolas marcaría el punto de inflexión y la “indignación contra la pérfida conducta” al ser la Fama, Medea y Clara apresadas y volada la Mercedes en tiempos de paz. La prensa británica lo recoge del siguiente modo.

“Un gran delito acaba de cometerse. La ley de las naciones ha padecido la violación más atroz; una potencia amiga ha sido atacada por nuestra fuerza pública en medio de una profunda paz, cuando la persona del Rey tenía su representante en Madrid y al tiempo que nuestra Corte estaba recibiendo testimonios de amistad del Ministro de España en Londres […] y, como el de un pirata, nuestro pabellón tremola sobre el débil, el infeliz y el oprimido”.

Las hostilidades británicas tras la Paz de Amiens fueron continuas y no quedó otra que declarar la guerra a Gran Bretaña el 14 de diciembre de 1804.

“[…] Hechos muy lamentables y altamente ofensivos para España que nuestro gobierno soportó más de lo debido, a fin de que la paz no se alterase, y cuyo relato siempre arrancará a toda persona honrada las más vivas protestas de indignación contra la pérfida conducta que observó la poderosa Albión, desde mucho tiempo antes del rompimiento de hostilidades”.

Francia estaba sumergida en una guerra continental contra toda Europa. Su destino seguiría el camino de la victoria, un tiempo al menos. Francia era Napoleón y su único escollo para gobernar el mundo era Gran Bretaña. “Dominaremos el estrecho durante seis horas y seremos los dueños del mundo”.

Mucho se ha dicho de las penurias de nuestra Armada resumidas en buenos barcos pero mal abastecidos y buena gente pero mal atendida, pero los franceses también tenían de lo suyo. En cuanto a la moral de sus hombres, el Capitán de Navío Chevalier dice lo siguiente: “Desde 1793 a 1799, nosotros fuimos vencidos por nosotros mismos antes de serlo por el enemigo”. En cuanto a la deficiencia de sus buques Villeneuve lo expresa del siguiente modo a su Ministro de Marina, “[…] la escuadra está lista hasta donde puede estarlo […]”, pero más elocuente es el siguiente extracto que Napoleón comunica a su Ministro de Marina:

“[…] mis escuadras no están bien artilladas. No existe en la escuadra de Tolón sino el Neptune con carronadas, careciendo de ellas los demás navíos y fragatas […] Semejante descuido es tanto más inconcebible cuanto que un Oficial General, Ministro de Marina, debe conceder al asunto todo su interés. Las excusas son inútiles […].”

Villeneuve, comandante en jefe de la escuadra combinada, era un marino y oficial competente, con cierta simpatía a la guerra clásica en cuanto a la batalla naval se refiere. Era valiente, pero no el más valiente, era listo, pero no el más listo y era tremendamente dubitativo. El mando de la escuadra le vino grande y lo obtuvo más por sus amistades que por sus competencias.

Villeneuve arenga a sus hombres con palabras llenas de honor en 1804 en Tolón.

“[…] Haré muy pocas señales, pues lo espero todo del valor de cada capitán, del de oficiales y tripulaciones y de la feliz circunstancia de que vaya a bordo de los buques parte de las tropas más bravas del emperador. Cualquier Capitán que no esté en el fuego no estará en su puesto, y la señal que le recordase su deber, sería deshonrosa para él […].”

El 1 de marzo de 1805 Calder bloquea el puerto de Ferrol siguiendo la política británica de bloquear los puertos de sus enemigos para garantizar su superioridad en el mar. Ferrol se une a la lista encabezada por Cádiz, Cartagena, Brest, Tolón…

El 22 de julio el vicealmirante Calder se encuentra con la escuadra combinada que regresaba de su viaje a la Martinica y que debía llegar hasta el Canal de la Mancha donde esperaban 150.000 hombres en Boulogne para la conquista de Inglaterra. El encuentro tiene lugar en aguas de Finisterre con poco viento y espesa niebla. El combate se hace desorganizado y la incertidumbre de su éxito no se desvela hasta que se disipa la niebla. Los británicos se hicieron con dos navíos españoles, el Firme y el San Rafael. Los barcos españoles se batieron con decisión y coraje guiados por Gravina, los buques franceses de la retaguardia no entraron en combate por no tener en frente al enemigo y permanecieron ociosos a las órdenes del contralmirante Magon, segundo de Villeneuve. ¿Dónde quedan ahora las palabras de Villeneuve a sus hombres en Tolón?

El general Lauriston, que no se separaba de Villeneuve, le aconsejó lo que la mayoría de la oficialidad esperaba, arribar todos a un tiempo y caer sobre los ingleses para recuperar a los navíos apresados, pues la escuadra inglesa estaba muy dañada por el combate y además era inferior en número. Villeneuve, dubitativo rehuyó el combate por la cerrazón y el miedo a que nuevos azares jugasen en contra. La indignación de los marinos españoles no tuvo límites por la conducta de los franceses. El general Reille así lo escribe al príncipe Murat:

“Aunque sea molesto para un militar referir ciertas noticias relativas a un comandante en jefe, amo demasiado el servicio de S.M. para que oculte la verdad […] las cosas han llegado hasta tal punto que sería punible el silencio. […] Ver a los españoles que tenían el ardimiento que siempre les inspiró el bravo general Gravina, descorazonados por la pérdida que han sufrido. Nos causa más pena oírles hablar de sus navíos que vergonzosamente hemos dejado apresar por 14 navíos ingleses.” (En la combinada había 18 navíos, 14 eran franceses y a ninguno de los 14 le faltó una verga finalizado el combate).

Napoleón sabía por Lauriston de las indecisiones de Villeneuve así como del genio y decisión de Gravina.

“Como el almirante jamás dice nada (Villeneuve) en sus cartas, os envío las de Lauriston. Villeneuve es un pobre hombre que ve las cosas aumentadas y que tiene más vista que carácter. Por demás observo con gusto que a las escuadras anima un buen espíritu. ¿De qué se queja Villeneuve de los españoles? Han peleado como leones”.

Para evitar lo sucedido en Finisterre otra vez, Gravina insta al gobierno que en el orden de batalla estén intercalados los buques franceses y españoles para que “unos y otros tengan la satisfacción de entrar en combate”. Napoleón ratifica esta orden.

Villeneuve tenía que ir al Canal de la Mancha y no fue; de no poder ir tenía que entrar en La Coruña y no lo hizo, entró en Vigo; era superior en número a la escuadra de Calder y perdió el combate  además de rehuirlo cuando tuvo ocasión de retomarlo; Debía dirigirse a Brest después de lo sucedido en Finisterre y se dirigió a Cádiz. El descrédito del almirante francés aumentó incluso entre sus subordinados franceses.

El almirante Calder también salió mal parado de su encuentro en Finisterre decepcionando al gobierno británico y teniendo que acudir a Inglaterra en Consejo de Guerra. El almirantazgo inglés estaba convencido de que Calder podía haber entablado un segundo combate contra la combinada y tener así una victoria completa. Calder encontró el éxito en Finisterre al vencer a una escuadra más numerosa, apresó a dos navíos enemigos y tuvo que oír duras acusaciones de su nación. No volvió a mandar un barco ni volvió a la mar y afortunadamente fue absuelto del delito de cobardía.

Comparen el proceder de un almirante y del otro, de una nación y de otra y comprenderán el desastre de Trafalgar.

Continuará…

– Fin –

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2 Comentarios. Dejar nuevo

  • Muy buena continuación de El final de los héroes. Estoy enganchado y espero que la tercera sea el final de esta saga. Nunca me había planteado la batalla de Trafalgar con tantos aspectos como narras.

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  • La tercera parte es la última. Nuestros héroes en la batalla. No quiero adelantar nada más.

    Un abrazo!

    Responder

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