ADECUACIÓN DE UN NUEVO ESCENARIO EN EL CONFLICTO DE UCRANIA
Parte I
Una guerra de desgaste e internacionalización del conflcito
UNA RETROSPECTIVA RECIENTE
-Plaza de la Independencia, Ucrania. Getty Images Signature-
Ucrania nunca representó una amenaza real para Rusia. Tampoco la OTAN que ya se encontraba en las repúblicas bálticas de Estonia, Lituania y Letonia. La justificación rusa de que sí eran una amenaza escondía problemas de índole político y social internos de Rusia; rutas energéticas y su monopolio; un control más exhaustivo de materias primas y su exportación; control marítimo del mar Negro; mantener un corredor terrestre con Crimea; la gestión de un nuevo escenario geopolítico con un Ártico navegable, … En segundo término se podía incluir la megalomanía del presidente Putin y su anhelo por las fronteras del antiguo régimen; una dictadura disfrazada de autocracia disfrazada de democracia; élites corrompidas; un gobierno incapaz frente a un líder autoritario.
La guerra de Ucrania, hay que entenderla como una guerra de desgaste de Rusia hacia Occidente (y no al revés). Si Putin no hubiese visto la posibilidad de desgastar a Occidente, la UE principalmente, no hubiese iniciado la guerra. La guerra que emprendió Putin buscaba, entre otras cosas, la irrelevancia permanente de Europa. La base teórica de esto hay que entenderla desde el pasado reciente, en la acción exterior de Europa y EE.UU.
En diciembre de 2010 Mohamed Bouazizi, sin trabajo, sin oportunidades, sujeto a un régimen dictatorial, se quemó a sí mismo en Sidi Bouzid, localidad situada en el centro de Túnez. Tenía 26 años. Fue el trágico inicio de lo que se conoció como Primavera Árabe, que llamaba, en teoría, a derribar las injusticias y dictaduras de los países del norte de África especialmente. Una iniciativa muy aplaudida desde Europa, sin mucha más acción que esa, el aplauso. La pasión mostrada por Europa nada tuvo que ver con su papel de liderazgo que cayó a la irrelevancia internacional, algo que se estaba convirtiendo en una mala costumbre.
En este contexto de Primavera Árabe, tuvo lugar la guerra en Siria en 2011 donde los rebeldes sirios se opusieron al gobierno de Bashar al-Asad y el vacío internacional occidental dejado por Europa y EE.UU lo ocupó rápidamente Rusia. Consiguiendo Rusia, no lo olvidemos, una base militar permanente en el Mediterráneo: Tartús, antigua base soviética.
También en 2011, en Libia, la operación Unified Protector y el bochorno de que ningún actor occidental quisiera liderarla.
La incorporación de los países Bálticos a la OTAN en 2004 supuso la ampliación del espacio aéreo aliado al noreste de Europa y la implementación de la misión: Policía Aérea del Báltico. Estonia, Letonia y Lituania carecían (aún carecen) de una fuerza aérea de combate que les permitiese cumplir con las tareas de vigilancia y control sobre su territorio y llevar a cabo misiones de alerta de reacción rápida, pero desde la anexión de Crimea en 2014 estas misiones adquirieron un cariz mucho más serio, tras las continuas violaciones del espacio aéreo por parte de los pilotos rusos.
En el marco de las revueltas conocidas como Euromaidan en Ucrania, el 16 de marzo de 2014 se llevó a cabo un referéndum para la consulta sobre la independencia de Crimea con el resultado de un 97% a favor. El 17 de marzo se proclamó independiente y solicitó unirse a Rusia, adoptó el rublo como moneda oficial y cambió de hora a la de Moscú. Recordemos que en esta situación fue derribado el avión comercial de Malasya Air Lines MH17 que cubría la ruta Ámsterdam-Kuala Lumpur por rebeldes separatistas con un misil tierra-aire de origen soviético el 7 de julio de 2014 en la región de Donetsk a 40 km de la frontera rusa. Europa no intervino más allá del “deeply concerned” hartamente conocido.
-Parlamento europeo. Leonid Andronov-
Una vez más, las inquietudes de Europa del Este sobre las amenazas rusas. En esta ocasión fueron las maniobras ZAPAD de septiembre de 2017. Dichas maniobras movilizaron a 100.000 militares rusos y fueron las mismas que en 2013 (un año antes de la anexión de Crimea) contemplaron un simulacro nuclear sobre Varsovia. Con el ejercicio de estas maniobras, Moscú incumplió, lo hace de manera recurrente, el documento de Viena de la OSCE, que estipula que todo ejercicio militar que implique más de 9.000 efectivos militares debe ser comunicado con una antelación mínima de 42 días y que si sobrepasa los 13.000 debe ir acompañado de una invitación formal a los otros 56 estados miembros para que despachen dos observadores cada uno. El miedo a estas maniobras recayó sobre todo en cuánto equipo y material bélico dejó Rusia en Bielorrusia con el fin de usarlo en el futuro (un futuro que es hoy). Europa no hizo nada.
Ante la pasividad constante de Europa, los desplantes rusos a dirigentes de la Unión Europea y a sus políticas se sucedieron y se convirtieron en tónica general. Máxima expresión de todos ellos, el protagonizado por Serguei Lavrov, ministro de Asuntos Exteriores ruso, tras la reunión con el alto representante de Asuntos Exteriores y Política de Seguridad de la Unión Europea Josep Borrell a propósito del caso Navalni.
Con todos estos antecedentes era lógico pensar, desde la óptica de Putin, que una acción hostil contra Ucrania con el pretexto que fuese, podía ser llevada a cabo sin mayor problema y que ejecutar esa acción debía, casi de manera inherente, acabar con la UE como entidad burocrática, como organismo supranacional, y llevar a los países miembros a la irrelevancia como actores regionales en primer lugar e internacional después. El hecho en sí, está precedido por las acciones y campañas de información, desinformación, no información y todo lo que se refiere a fake news para poder influir y desestabilizar el proceso del Brexit, elecciones generales en países miembros o por ejemplo también, las acciones precedentes al referéndum ilegal de Cataluña. Todo acompañado con ciberataques, hakeos masivos y robo de información digital.
La situación en Europa acompañaba la tesis de irrelevancia que quería precipitar Putin con su intervención en Ucrania, pero y ¿EE.UU?
La política estadounidense de envío de tropas a zonas de conflicto tras la Guerra Fría tiene su momento cumbre durante la Guerra del Golfo de 1991. Después vendría Irak y Afganistán en 2001. El giro de esta política viene con el nuevo gobierno de Obama, dejándose llevar en gran parte por el clima antibelicista que las élites sociales dinamizaban (o sirviéndose de ellas), y dando un giro a la política internacional buscando el foco de atención en Asia, Asia-Pacífico, alimentando una burbuja que no se correspondía con la realidad.
Este giro se basaba en tres claves de interés:
- Económico. Gran desarrollo de la economía.
- Geopolítico. El rápido ascenso de China como potencia regional.
- La pretensión de instaurar un orden internacional liberal.
Obama se alejó así de la política tradicional estadounidense de confrontación y amenaza con China. La justificación anterior como una política exterior errónea con respecto a China la podemos complementar con una visión buenista, optimista, de que China compartiría la misma visión que tenía EE.UU de un orden mundial liberal y de la aparente necesidad de tener que ir EE.UU de la mano de China para impulsar la agenda internacional.
El foco en el Indo-Pacífico y el abandono de la política atlantista continuó con Trump, que desde su gobierno y por primera vez desde EE.UU se dijo:
“Que todos los chinos de ambos lados del estrecho de Taiwán sostienen que solo hay una China y que Taiwan es parte de China”.
La llegada de Biden no mejoró las cosas. Empezábamos el año 2021 con el asalto al Capitolio, la casa donde reside la soberanía del país que lidera occidente. La constatación de que las cosas no mejorarían vino con la más que cuestionada retirada de los aliados en Afganistán, no tanto por la retirada en sí, sino por el modo en que se hicieron las cosas.
EEUU renunció a liderar la política internacional. Renunció a la prerrogativa que lo sustentaba como primera potencia. Con esa renuncia, era China la llamada a ocupar ese puesto.
Las libertades que occidente se vanagloriaba de ensalzar, tras la pandemia del Covid quedaron mermadas, así como el estado del bienestar occidental, y de hecho lo están por una nueva manera de enfrentar la realidad de las cosas. Una realidad irrestricta impuesta por China y un EE.UU que abdicó de la responsabilidad de liderar a occidente buscando refugio en intramuros, en el America first, bien provenga esta voz de Trump o de Biden.
Bien, ante esta situación, y solo porque se daba esta situación, Rusia decidió atacar Ucrania del modo en que lo hace y lo hace porque está completamente seguro de que Occidente no le va a suponer un problema. Recordemos:
- Injerencia rusa en la política europea, sin mayor respuesta de la UE.
- Ataques cibernéticos constantes, sin mayor respuesta de la UE.
- Actitud antibelicista de la UE. Falta de inversiones en Fuerzas Armadas.
- Violación del espacio aéreo constante en la frontera este de Europa.
- Pasividad europea y dificultades para el liderazgo regional, Mediterráneo y norte de África principalmente.
- Acción exterior errática de EE.UU.
- Desplazamiento del foco de atención de EE.UU al escenario Asia-Pacífico.
- La guerra de Armenia-Acerbayan en 2020 y la ausencia de compromiso occidental.
- China como sustituta de EE.UU en el liderazgo internacional.
Rusia tenía también la garantía de que la OTAN no iniciaría hostilidades. La OTAN es una organización de carácter defensivo de la que incluso una vez Rusia pudo formar parte. Las fronteras que tiene Rusia con los países europeos pertenecientes a la Alianza, son, eran, hasta ahora, las más seguras de todo el vasto territorio que ocupa Rusia.
Rusia contó hasta noviembre de 2021 con un representante permanente en la OTAN. De hecho , el que fuera representante ruso en la OTAN en 2014, Alexander Grushkov, defendió el derecho de Rusia a anexionarse Crimea con las siguientes palabras:
«No necesitamos una autorización de la OTAN y de la UE para actuar de conformidad con el derecho internacional. El referéndum de Crimea ha sido completamente legítimo. Considero que la Alianza, que se autodenomina club de estados democráticos debería reconocer este hecho y la elección democrática del pueblo de Crimea».
Es decir, Rusia tenía claro que en el plano internacional tenía ventaja. Occidente estaba en sus horas bajas y la OTAN no iba a tomar la iniciativa.La guerra era evidente, pese a la opinión de la mayoría de los analistas que daban su opinión públicamente, lo que no era tan evidente era el modo en el que se iba a desarrollar la guerra.
Rusia buscó desde el principio la internacionalización del conflicto, precisamente para ese desgaste del que hablamos. Buscaba incitar a Occidente, a Europa a cometer un error que iniciase la llama para tener Rusia una justificación para su intervención en Ucrania.
A finales de 2021 Rusia hacía maniobras conjuntas con Bielorrusia cerca de la frontera con Polonia. En un periodo muy corto de tiempo aumentó rápidamente la tensión bélica con el fin de poner nerviosos a la comunidad internacional, a la Unión Europea y a Polonia en particular creyendo que cometerían el error que les daría la justificación que buscaban para entrar con total impunidad y justificación en Ucrania. Recordemos la acción masiva de inmigrantes ilegales en la frontera polaca azuzados por Bielorrusia y Rusia buscando ese fin, el error de occidente.
Rusia había iniciado la guerra, una guerra híbrida con las siguientes primeras acciones:
- Acciones de distracción.
- Acciones comunicativas y diplomáticas hostiles con la UE y los países miembros principalmente.
- Ciberataques.
- Concentración de gran cantidad de tropas en zonas determinadas en un periodo de tiempo muy corto.
Rusia envió tropas a Bielorrusia para las maniobras Determinación Aliada-2022 y prorrogó la presencia militar rusa en Bielorrusia 25 años más. Además, concentró efectivos a lo largo de la frontera ucraniana. Más de cien mil soldados rusos.
Noviembre y diciembre de 2021, enero y febrero de 2022 fue el periodo en el que Rusia estuvo más cerca de doblegar a Occidente. Rusia inició esta guerra en un formato híbrido, era el mejor escenario posible para que Rusia tuviera éxito. Fue el periodo de mayor incertidumbre internacional.
Una intervención rápida con ese escenario por parte de Rusia hubiera sido fatal para Occidente, que como era habitual no se ponía de acuerdo. En este periodo la división de la UE se hizo patente. Los países miembros miraban por sus intereses propios y no por los de la Unión y por supuesto no estaba encima de la mesa la arenga que apelase a ninguna causa moral o justa (todavía). Los intereses de Polonia diferían de los de Alemania y Francia más proclives a negociar con Putin, diferentes a los de Hungría mucho más prorruso y los nórdicos más en línea con Polonia. En definitiva, la UE se comportó como lo esperable, como una jaula de grillos.
Igualmente la OTAN tenía que activar todos sus mecanismos de actuación y se confirmó por boca del mismo secretario de la Alianza John Stonberg que la OTAN no intervendría en Ucrania.
La situación cogió también en contradicciones a EE.UU que a la vehemencia de las primeras declaraciones de Biden de que una intervención de Rusia en Ucrania provocaría una respuesta de EE.UU, posteriormente se desdijera insinuando que mientras se circunscribiese a los territorios prorrusos no harían nada.
Sin haber iniciado hostilidades, Rusia había ganado.
- La UE estaba dividida.
- Ucrania no entraría en la Unión Europea.
- Ucrania no entraría en la OTAN.
- EE.UU no iba a intervenir.
- La comunidad internacional estaba dispuesta a aceptar que Rusia se quedase, una vez más, con parte de territorio ucraniano.
- China como aliado.
- Las acciones híbridas estaban dando su fruto.
Rusia dejó pasar demasiado tiempo entre las primeras acciones híbridas y la ejecución de la orden para conquistar Ucrania. Hay muchas hipótesis al respecto, tal vez se demoró demasiado esperando un error de occidente que justificara su acción bélica en Ucrania, tal vez las negociaciones con China no estaban del todo maduras, lo cierto es que ese tiempo fue lo suficientemente amplio para que la UE y los aliados llegasen a un consenso y apoyar a Ucrania, algo que no estaba previsto en los planes iniciales de Rusia.
Todos los indicadores en la antesala del conflicto apuntaban a un conflicto híbrido con un hilo conductor claro: la energía. Incluso las primeras acciones con tropas sobre el terreno apuntaban a ello, recordemos la toma rápida del aeródromo cercano a Kiev.
Sin embargo, la estrategia de Rusia no fue esa. Rusia se decantó por desarrollar una contienda convencional al más puro estilo del siglo XX, basculando entre artillería y misiles que puso en evidencia las grandes carencias de sus Fuerzas Armadas y errores estratégicos y tácticos de bulto.